Frank Andrés Mora es actor de teatro, cine y televisión, graduado de la Academia de Artes Escénicas en Cuba. Pero hoy no está interpretando ningún personaje. Hoy, es él mismo. Un cubano más… cansado, dolido, avergonzado, pero también valiente.
Frank no escribe para gustar, ni para quedar bien. Escribe porque le duele Cuba, porque siente que su voz, aunque vulnerable, es necesaria. Su corazón está cansado de apagones, de miedo, de ver a su gente sobrevivir y no vivir.
En un país donde opinar puede costarte todo, él alza la voz. Con honestidad. Con lágrimas. Con decoro. Y en ese acto, deja de ser solo un actor: se convierte en conciencia colectiva:
"Mi alma está agotada. Y no por un día en particular, sino por una vida entera de aguante. No hablo por los demás, hablo por mí. Por esta carga que llevo en el pecho desde hace demasiado tiempo. Después del 11 de julio, muchos perdieron la esperanza. Pero yo… yo perdí algo más profundo: la ilusión de que el cambio podría ser inmediato.
"Siento un hueco dentro, como si una parte de mí se hubiese apagado. No es tristeza, es algo más áspero, más seco. Es la culpa por no hablar cuando debía, por callar por miedo, por mirar al suelo cuando debía mirar al frente. La culpa de haberme vuelto parte de la masa silente, de esa que se adapta para sobrevivir.
"Caminar por las calles de La Habana y ver a la gente con la mirada vacía duele. Ver a niños peleando en las escuelas, a madres cocinando con carbón, a padres desesperados sin saber qué dar de merienda a sus hijos. Y uno ahí, tragándose el llanto y diciendo “todo bien” mientras por dentro solo hay preguntas que nadie responde.
"¿Qué les doy mañana? ¿Cómo arreglo estos zapatos? ¿Cuándo habrá electricidad? ¿Podré sacar algo de efectivo? ¿Hasta cuándo?
"No, no es tristeza. Es cansancio. Es un alma arrastrándose entre escombros de sueños rotos. Y me duele más leer a Martí, ese que siempre habló de un pueblo completo y no de una élite. Me arde leerlo y saber que lo usan para justificar lo contrario de lo que él predicaba.
"A veces pienso que ya no me queda energía. Que esto de resistir ya no tiene sentido cuando la resistencia se ha convertido en miseria decorada. Pero entonces alguien me abraza, alguien me recuerda que hay muchos sintiendo lo mismo. Y entiendo que no estoy solo.
"Sé que quienes tenemos voz no podemos darnos el lujo de callar del todo. Sé que escribir, hablar, actuar… también es luchar. Aunque el miedo exista, aunque las amenazas estén ahí. A veces solo hace falta parar un momento, tomarse un respiro, compartir un café, y luego volver al ruedo.
"No se trata de rendirse. Se trata de saber cuándo tomar aliento. Porque aunque estemos heridos, aún respiramos. Y mientras haya respiro, hay camino. No fácil. No recto. Pero camino.
Y eso… todavía es algo".
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