Una nueva víctima engrosa la dolorosa estadística del feminicidio en Cuba. Kenia Rodríguez Mora de 49 años y madre de una niña de siete, fue asesinada por su pareja en el municipio Diez de Octubre, en La Habana.
El agresor la lanzó desde la azotea de su vivienda tras una violenta discusión. El crimen ocurrió el lunes 28 de julio, aunque los gritos y peleas habían comenzado dos días antes. Según testigos, ella intentó escapar, pero su verdugo la alcanzó y la empujó al vacío. Murió en el acto.
Con el asesinato de Kenia, ya son 22 las mujeres asesinadas por razones de género en lo que va de 2025, según los informes de las plataformas independientes YoSíTeCreo en Cuba (YSTCC) y el Observatorio de Género de Alas Tensas (OGAT).
A estos se suman un hombre asesinado por motivos de género, dos intentos de feminicidio frustrados y tres alertas aún bajo investigación.
"El feminicidio de Kenia refleja un patrón trágico: violencia reiterada, impunidad institucional y abandono total por parte del Estado cubano".
La víctima vivía en condiciones de extrema pobreza, según vecinos, y su agresor, con historial de alcoholismo, era conocido por maltratarla de forma sistemática. Nada ni nadie evitó el final previsible.
En 2024, el gobierno cubano reconoció oficialmente 76 muertes por “violencia de género extrema”, pero evitó utilizar el término "feminicidio", ignorando décadas de lucha feminista. Las organizaciones independientes contabilizaron 56 casos ese mismo año, sin acceso a cifras oficiales claras.
Cuba sigue sin contar con una ley integral contra la violencia de género, refugios seguros para mujeres en riesgo ni protocolos eficaces de atención. La única “respuesta” estatal ha sido la creación de un registro que no será público, bloqueando el acceso a información vital para prevenir futuras muertes.
El caso de Kenia recuerda al de Arianna López, asesinada en 2023 en Sancti Spíritus tras múltiples denuncias ignoradas por la policía. O al de Milagros Castillo, muerta a machetazos frente a su hija de cinco años en Holguín. El patrón se repite: abandono, silencio, muerte.
Organizaciones de la sociedad civil siguen exigiendo acciones urgentes. Cada víctima deja hijos huérfanos, familias rotas y una sociedad herida. Mientras tanto, el Estado mira a otro lado.
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