La tragedia golpea nuevamente al sector eléctrico en Cuba. El pasado domingo 31 de agosto, alrededor de las 9:30 p.m., un accidente laboral en la Central Termoeléctrica Antonio Maceo Grajales (Renté) terminó con la vida del operador de turbina Carlos Rafael López Ibarra, de 33 años de edad.
Según informó la Unión Eléctrica de Cuba (UNE) en su perfil oficial, el incidente ocurrió cuando una tubería de vapor presentó fallas durante el arranque y sincronización de la unidad de generación No. 5. La liberación repentina de vapor a altísimas temperaturas provocó quemaduras graves al joven trabajador, quien fue trasladado de urgencia al hospital Clínico Quirúrgico Juan Bruno Zayas.
La nota de la UNE comunicó la pérdida “con profundo dolor”, transmitiendo condolencias a familiares, amigos y compañeros de trabajo. “Acompañamos en este momento tan doloroso a familiares y amigos.
Transmitimos nuestro más sentido pésame en nombre de la Dirección de la Unión Eléctrica y de todos sus trabajadores”, señaló el comunicado oficial.
Sin embargo, la historia no termina ahí.
El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada confirmó horas después la muerte del operador, tras varios días de agonía con quemaduras que afectaban el 89% de su cuerpo.
En su publicación denunció que lo ocurrido no puede considerarse un simple accidente: “Un joven santiaguero que fue a cumplir con su deber en el centro de trabajo, terminó pagando con su vida las consecuencias de un sistema eléctrico en ruinas, marcado por la falta de mantenimiento y la improvisación”.
La indignación se multiplicó cuando comenzaron a circular rumores sobre fallas adicionales en el hospital.
Testigos aseguran que, mientras López Ibarra permanecía en terapia intensiva, se produjeron dos apagones dentro del centro de salud.
La planta eléctrica de respaldo —afirman— tardó más de 20 minutos en arrancar, provocando fallos en los equipos de soporte vital.
Este hecho, de confirmarse, habría agravado su estado y acelerado el desenlace fatal.
La causa oficial de la muerte fue certificada como “sepsis generalizada grave por quemaduras”, pero en Santiago de Cuba crecen las sospechas de negligencia médica y de responsabilidad institucional.
La presencia del director del hospital y de la guardia operativa en el momento de los hechos apunta a la magnitud de lo ocurrido y al esfuerzo por contener la indignación.
Hoy, una familia santiaguera llora a un hijo que salió a trabajar y nunca regresó.
Más allá del pésame oficial, la muerte de Carlos Rafael López Ibarra se convierte en símbolo del costo humano de un sistema eléctrico deteriorado, donde la improvisación, los apagones y la precariedad ponen en riesgo no solo la estabilidad energética, sino también la vida de sus trabajadores.
El silencio no puede ser la respuesta. La memoria de Carlos exige claridad, justicia y responsabilidad.
Ricardo Arjona reaparece en el US Open y habla del deporte que practica hace mucho tiempo
Hace 1 día