La historia del preso político Mario Alberto Hernández Leyva se ha convertido en un símbolo de la represión constante y del irrespeto absoluto a la legalidad en Cuba. Vicepresidente del Movimiento Opositores Nueva República, delegado del Movimiento Democracia y promotor de la plataforma Cuba Decide, Hernández Leyva fue excarcelado el 14 de agosto de 2025 tras cumplir una condena de dos años por los cargos de “Resistencia y Desacato”.
Sin embargo, la libertad le duró apenas segundos. A la salida de la prisión 1580 de San Miguel del Padrón, fue interceptado por agentes de la Seguridad del Estado, quienes lo arrestaron nuevamente y lo trasladaron al centro de detención conocido como VIVAC, en Calabazar, Boyeros, bajo una nueva acusación de “Desobediencia”.
“Es una burla total, una violación a todos los derechos humanos”, expresó una ciudadana en redes sociales, reflejando la indignación popular. Hernández Leyva, que ya había cumplido otra condena de un año entre 2023 y enero de 2024, vive así un ciclo interminable de arrestos, excarcelaciones y nuevas imputaciones, siempre por las mismas acusaciones relacionadas con su activismo político.
Los antecedentes recientes refuerzan esta narrativa de persecución: detenido en 2023 al salir de su casa y enviado a la prisión de Valle Grande; liberado sin juicio en enero de 2024. Arrestado otra vez el 20 de junio de ese mismo año y condenado un mes después por el Tribunal de Marianao; finalmente excarcelado en agosto de 2025, solo para ser detenido de nuevo en la puerta del penal.
“Esto es tortura psicológica, quieren romperle el espíritu y el alma en dos”, comentó otro usuario, mientras que otros denunciaron que en Cuba “las leyes no existen” y que “la constitución no es respetada, porque la ley son ellos”.
Las reacciones en redes sociales, recogidas por La Tijera, muestran desde la incredulidad hasta la indignación: algunos preguntan cómo es posible que alguien liberado por un tribunal pueda ser detenido en segundos, otros comparan la dureza contra los opositores con la impunidad de los delincuentes comunes en la Isla.
“Si de verdad existiera justicia, los estafadores, violadores y asesinos estarían presos, no los opositores que solo levantan su voz”, reclamó una internauta. El caso, aún en desarrollo, pone en evidencia el desgaste social y el sentimiento de impotencia de quienes ven cómo cada excarcelación de un preso político se convierte en una nueva oportunidad para la represión.
La libertad de Mario Alberto Hernández Leyva continúa siendo incierta. Para muchos, su historia es un ejemplo de que en Cuba “no hay paz ni sosiego” mientras la disidencia siga siendo castigada de manera sistemática.
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