El turismo, considerado por décadas uno de los pilares de la economía cubana, atraviesa uno de sus peores momentos en casi veinte años. Entre enero y julio de 2025, la isla recibió apenas 1.123.987 visitantes internacionales, lo que representa una caída del 23,2 % respecto al mismo período del año anterior, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
Este desplome hace prácticamente imposible que el Gobierno alcance su meta oficial de 2,6 millones de turistas para el cierre del año, e incluso pone en duda superar los 2,2 millones registrados en 2024, la cifra más baja desde 2007 —con excepción de los años más críticos de la pandemia de covid-19.
Si bien en julio llegaron a Cuba 142.131 viajeros, un ligero repunte frente a meses previos, la cifra sigue siendo menor que la alcanzada en ese mismo mes en los últimos tres años. Los principales mercados emisores —Canadá, Estados Unidos y Rusia— mantienen su liderazgo en volumen, aunque con fuertes caídas en sus aportes.
La reducción más drástica provino de Rusia, con un desplome del 41,8 %. Le siguieron Alemania (39,3 %), España (28 %), Francia (25,5 %) y Canadá (23,1 %). Solo dos países entre los diez principales mercados, Argentina y Colombia, lograron incrementar su número de visitantes.
A ello se suma un descenso del 21,5 % en los viajes de cubanos residentes en el extranjero, quienes habitualmente constituyen el segundo mayor flujo de visitantes después de los canadienses.
La debilidad estructural del turismo en Cuba responde a múltiples factores. Entre ellos, la grave crisis económica y energética que golpea al país, los recortes en las rutas aéreas, las sanciones estadounidenses y, sobre todo, la falta de una oferta competitiva frente a otros destinos del Caribe.
En contraste, polos turísticos como Punta Cana, en República Dominicana, y Cancún, en México, han alcanzado cifras récord de visitantes tras la pandemia, consolidándose como competidores regionales directos que ofrecen mejores precios, infraestructura y servicios.
Cuba, en cambio, enfrenta quejas constantes de los visitantes sobre la calidad del alojamiento, el desabastecimiento de productos básicos en hoteles y restaurantes, así como las dificultades en transporte interno y servicios. Estos problemas, que se agravan con la crisis general del país, deterioran la experiencia turística y reducen el nivel de retorno de viajeros.
El contraste con la etapa del “deshielo” diplomático entre La Habana y Washington resulta evidente. En 2018, Cuba alcanzó un récord de 4,6 millones de turistas, seguido de 4,2 millones en 2019. En aquel entonces, la eliminación parcial de restricciones de viaje por parte de Estados Unidos y el auge de la curiosidad internacional por la isla dispararon las cifras.
Desde entonces, sin embargo, el turismo ha entrado en una pendiente descendente: 1,6 millones en 2022, 2,4 millones en 2023 y 2,2 millones en 2024. Las actuales proyecciones sugieren que 2025 no logrará revertir esta tendencia.
El turismo constituye una de las principales fuentes de divisas para el régimen, junto con los servicios médicos exportados y las remesas enviadas por la diáspora. La caída sostenida en la llegada de visitantes no solo compromete los ingresos estatales, sino que también afecta el empleo en el sector y en las economías locales dependientes de esta actividad.
Mientras tanto, el gobierno insiste en fijar metas poco realistas sin implementar cambios de fondo que hagan más atractiva la oferta turística cubana. En la práctica, la isla continúa perdiendo terreno en un mercado regional cada vez más competitivo.
(Con información de EFE)
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