El sacerdote camagüeyano Alberto Reyes ha vuelto a levantar su voz con firmeza y lucidez contra el régimen cubano, desnudando una vez más la estrategia que durante más de seis décadas ha mantenido a una nación en el estancamiento y la desesperanza: ¡prometer sin cumplir!
En su reciente reflexión, publicada en redes sociales, denuncia que la manipulación emocional y el "control por la esperanza" son los pilares con los que el poder logra retener a un pueblo que ya no cree, pero que aún teme.
"¿Qué sucede cada vez que este pueblo se levanta a protestar? Aparecen los encantadores de serpientes con sus promesas, sus voces suaves y sus manos vacías", afirma Reyes, con la claridad de quien ha vivido y sentido el desgaste profundo de una espera que nunca termina. Para él, Cuba ha sido, desde los días de la Sierra Maestra, un escenario de expectativas traicionadas: una potencia médica que no cura, un pueblo culto sin libertad, una economía que no despega, y una vida que se deteriora mientras se hereda la resignación de generación en generación.
La analogía con una antigua estrategia china resulta especialmente contundente. En la novela China de Edward Rutherfurd, se relata cómo el emperador mantuvo controlados a los misioneros cristianos dándoles constantemente esperanza sin ninguna intención de cumplir. "Les dimos esperanza. ¿Y después? Seguimos dándoles esperanza". Esta táctica, que funcionó en un imperio milenario, sigue viva en el Caribe, donde los gobernantes continúan prometiendo petróleo, reparaciones eléctricas, mejoras sociales… mientras el pueblo sobrevive a oscuras y sin agua.
"Y mientras ellos prometen - y llevan prometiendo más de 65 años - la vida pasa, la miseria nos consume, la gente se muere", recuerda el sacerdote. Sus palabras no solo describen una realidad tangible, sino que interpelan directamente la conciencia del cubano común, ese que espera, pero también empieza a dudar, que resiste, pero empieza a cansarse.
Para Reyes, la única salida es abandonar la pasividad. "O seguimos esperando una promesa que nunca llegará, o empezamos a hacer lo que podemos, asumiendo los precios de la libertad". No ofrece recetas, pero sí un llamado claro: dejar de esperar que el cambio venga de quienes solo saben perpetuar la mentira, y empezar a actuar desde la comunidad, desde la verdad, desde la fe.
"Es cierto que no tenemos fórmulas claras, pero algo sí tenemos que tener claro: no esperemos nada de aquellos que nunca han hecho nada por cambiar para bien la vida de este pueblo".
La historia demuestra que cuando el pueblo deja de creer en las promesas, el poder empieza a temer. El momento de actuar es ahora.