Todos se preguntan cómo subsisten los jubilados cubanos, ésos de la tercera edad que lo dieron todo por un proceso social que los ha abandonado.
En Cuba, el precio de un pomo de aceite vegetal alcanza los mil 400 pesos cubanos, una cifra cercana a los mil 528 que constituyen la pensión mínima mensual para el 39% de los jubilados del país.
La inflación galopante, la escasez de productos básicos y una gestión económica ampliamente cuestionada empuja a millones de cubanos a una crisis de supervivencia cotidiana.
El periodista oficialista Boris Luis Alonso Pérez, del periódico matancero Girón, lanzó una crítica velada al publicar: “¡A 1.400 pesos un pomo de aceite! Cien pesos más y se equipara a la chequera de mi abuela”.
En su reflexión, el periodista lamentó cómo el salario que gana “en la pincha” solo alcanza para comprar tres pomos de aceite. Una declaración que refleja con crudeza el descalabro del poder adquisitivo en la Isla.
La indignación ciudadana no solo gira en torno al aceite. Un kilo de leche en polvo, un producto esencial en cualquier hogar, puede costar entre mil 600 y mil 800 CUP.
Un cartón de huevos se vende entre mil 200 y mil 500 CUP, cuando se consigue. Estos precios convierten a la dieta básica en un lujo inalcanzable para gran parte de la población, especialmente para jubilados y personas sin remesas.
Mientras tanto, los salarios y pensiones siguen estancados. Muchos cubanos deben recurrir al trueque, la venta informal o incluso al consumo del desecho de productos sustitutos promovidos por el Estado, como el sirope de cola ofrecido en lugar de leche para niños, una medida ampliamente criticada y vista como evidencia del fracaso de la planificación gubernamental.
El periodista Alonso Pérez culpó principalmente al sector privado por el alza de precios y pidió una intervención estatal “mediante incentivos”. Sin embargo, evitó referirse directamente a la desastrosa política económica del régimen cubano, responsable, según muchos analistas, de la distorsión del mercado y la fuga de productos esenciales hacia circuitos informales o dolarizados.
En este contexto, los cubanos se enfrentan a un día a día marcado por largas colas, apagones, hambre y desesperanza. La inflación no solo vacía bolsillos, sino también expectativas de vida digna para una población envejecida y cada vez más vulnerable.