La Habana volvió a ser escenario de una protesta ciudadana que refleja el hartazgo popular ante el abandono oficial. En la noche de este martes, vecinos de Centro Habana bloquearon la calle Reina, una de las arterias principales de la capital, exigiendo techo, agua potable y respuestas reales a sus problemas.
El detonante fue el derrumbe parcial de un edificio situado en Reina, entre Manrique y San Nicolás, que dejó a unas 15 familias —unas 50 personas en total— sin hogar. Los damnificados pasaron la madrugada en la acera, durmiendo entre colchones y pertenencias, sin alimentos ni refugio.
Entre los afectados se encuentra una anciana de 75 años, herida tras el colapso de una habitación del tercer piso que se desplomó sobre la segunda planta. La mujer fue trasladada al hospital por la ayuda de los propios vecinos.
A la tragedia se sumó otro drama cotidiano: la falta de agua. Tras varios días sin acceso al servicio, los residentes colocaron sus tanques vacíos en plena vía para impedir el paso vehicular, en una clara señal de desesperación. “¿Por qué no nos mandan para el hotel Lincoln, que está vacío?”, cuestionó una de las vecinas frente al silencio de las autoridades.
Funcionarios del municipio aparecieron en la zona poco después del derrumbe, pero se retiraron sin dar soluciones concretas. La única respuesta oficial fue el envío tardío de pipas con agua para calmar la protesta, medida que los manifestantes calificaron de insuficiente.
El malestar no se limita a las familias directamente afectadas por el desplome. El resto de los residentes del barrio también participó en el cierre de la calle, denunciando la crisis habitacional y la ausencia de soluciones estables para los problemas básicos.
La escena es una postal recurrente de La Habana: edificios que se desmoronan por décadas de abandono, familias arrojadas a la calle y una población obligada a reclamar en plena vía pública lo que debería ser un derecho elemental. Los derrumbes, cada vez más frecuentes, conviven con cortes de agua y electricidad, convirtiéndose en parte del día a día de los habaneros.
En lugar de atender las demandas, el régimen suele recurrir a la intimidación y la presencia policial para sofocar el descontento. La protesta de este lunes vuelve a poner en evidencia que las soluciones no llegan y que la paciencia de los ciudadanos está al límite.
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