La religiosa cubana Nadieska Almeida Miguel, superiora de la congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Cuba, ha alzado su voz con un mensaje contundente sobre la grave situación que atraviesa la isla. A través de un escrito titulado No Me Robarán la Esperanza, Almeida expone con dolor y determinación el deterioro social, económico y moral que afecta a los cubanos, a la vez que denuncia la falta de respuestas por parte del gobierno.
Almeida inicia su reflexión con una pregunta que resuena en la mente de muchos: ¿A dónde vamos a parar? Una interrogante que en Cuba ya no es solo una expresión de incertidumbre, sino un grito de desesperación. La religiosa describe con crudeza el colapso de los pilares que alguna vez sostuvieron al país: de ser un pueblo que se enorgullecía de su seguridad, su educación y su sistema de salud, ha pasado a un escenario de miseria, violencia, ignorancia y desprotección.
Uno de los aspectos más alarmantes que menciona es la creciente inseguridad. Relata casos de robos y asesinatos por bienes tan básicos como una bicicleta, desapariciones de niños y jóvenes cuyos cuerpos son encontrados sin vida, y el deterioro de los servicios funerarios, donde los familiares deben pagar sumas exorbitantes para conseguir un espacio digno para enterrar a sus seres queridos. Almeida insiste en que estos no son rumores ni exageraciones, sino realidades que ella misma ha presenciado de cerca.
En su texto, la religiosa interpela directamente a las autoridades cubanas, exigiendo el fin de la mentira y la manipulación. "¡BASTA!" clama, instando a quienes ostentan el poder a que reflexionen sobre el daño que han causado al país y a su gente. Denuncia la hipocresía de un sistema que remienda calles y recoge basura solo cuando un funcionario visita una zona, mientras el pueblo sobrevive entre apagones, escasez de alimentos y condiciones de vida deplorables.
Pese a la gravedad de la situación, Nadieska Almeida no se rinde. Aunque el desánimo y la desesperanza parecen apoderarse de la sociedad, ella reafirma su fe en un futuro mejor. "Este pueblo solo necesita unas alas para realzar el vuelo", escribe, confiando en la capacidad de los cubanos para reconstruir su país si se les permite ser dueños de su destino.
Con valentía, Almeida sugiere a las autoridades que entreguen sus cargos si no son capaces de mejorar la situación. "Es más sabio hacerse a un lado que mantener a un pueblo sometido", advierte, señalando que el descontento popular puede desembocar en un despertar inesperado.
Finalmente, la religiosa reafirma su compromiso de no guardar silencio. "Seguiré alzando mi voz", promete, convencida de que la esperanza, aunque debilitada, sigue viva en el corazón de los cubanos. Su mensaje es un llamado urgente a la reflexión y al cambio, una exhortación a recuperar los valores perdidos y a construir un país donde la dignidad y la justicia sean una realidad.
En un contexto donde la desesperanza parece ganar terreno, palabras como las de Nadieska Almeida se convierten en un faro de resistencia y fe. En Cuba, la crisis arrecia, pero la lucha por un futuro mejor continúa.
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