El periodista oficialista Jesús Álvarez López, fiel defensor del Partido Comunista de Cuba y del legado de Fidel Castro, ha sorprendido a muchos al utilizar las redes sociales para pedir ayuda. En un gesto que revela la dura realidad que viven los cubanos, el comunicador de la emisora CMHW de Villa Clara confesó no poder conseguir los medicamentos necesarios para su operación de cataratas.
A través de una publicación en su perfil de Facebook, Álvarez admitió que las farmacias estatales están desabastecidas y que los precios del mercado informal resultan inalcanzables con su salario mensual.
“Lesiona mi pudor esta solicitud que hago, pero sé que me entienden porque hablo de un problema de salud y necesito ver bien”, escribió, pidiendo a sus amigos que le ayudaran a conseguir los 13 frascos de colirios que requiere para su tratamiento.
La lista de medicinas solicitadas —prednisolona, ciprofloxacino, diclofenaco y cloranfenicol en colirio— se ha convertido en un símbolo de la crisis sanitaria cubana. Paradójicamente, el propio periodista que tantas veces ha elogiado la “gratuidad y eficiencia” del sistema de salud revolucionario, se enfrenta ahora a su colapso.
El caso de Álvarez López refleja la contradicción de un país donde ni los más fervientes defensores del régimen escapan a la escasez y la miseria. Durante décadas, la propaganda oficial ha alardeado de un sistema de salud ejemplar, pero la realidad actual muestra hospitales sin insumos, médicos emigrando y pacientes sin medicamentos esenciales.
“Con mi salario no puedo comprar en Revolico los 13 pomos que necesito”, reconoció el periodista, dejando al descubierto la precariedad del ingreso estatal. Su súplica pública no solo expone la ineficiencia del sistema, sino también el doble discurso de quienes, mientras ensalzan la revolución, deben recurrir a la solidaridad de las redes para sobrevivir.
El episodio, que muchos califican de irónico, pone en evidencia cómo el mismo aparato que durante años impuso el silencio ahora se ve forzado a clamar por ayuda en las plataformas digitales que tanto criticó.
En definitiva, Jesús Álvarez López no solo busca colirios para sus ojos, sino una manera de ver con claridad la amarga realidad de la Cuba que él mismo ayudó a construir.