Bastaron unas cuantas protestas en La Habana para que el gobierno reaccionara con una improvisada “revolución” de higienización y embellecimiento, acompañada de reuniones de emergencia donde las autoridades repiten lo mismo de siempre: diagnostican los problemas que todos conocen, pero sin ofrecer soluciones reales.
El Gobierno Provincial de la capital intenta ahora mostrar eficiencia en medio del colapso de los servicios públicos, la crisis energética, la escasez de agua y el desbordamiento de basura que inunda las calles. Según reportes oficiales, una reunión “situó a La Habana en el centro de las prioridades nacionales” y ordenó a organismos e instituciones “salir a la calle” en jornadas de limpieza y control de los servicios básicos.
Entre las acciones más destacadas estuvieron la revisión de las plantas de generación eléctrica, los circuitos de distribución y los sistemas hidráulicos, donde continúan las roturas y pérdidas que afectan a amplias zonas de la ciudad tras la salida de Cuenca Sur.
Las autoridades insisten en que “La Habana seguirá siendo prioridad por su peso estratégico y simbólico dentro del país”, aunque esa afirmación ha generado críticas dentro y fuera de la capital. Muchos cubanos señalan que los mismos males —apagones interminables, transporte colapsado, inflación y deterioro de los servicios— se extienden por toda la isla sin recibir la misma atención ni recursos.
La situación es particularmente grave en provincias como Matanzas, donde el Ministerio de Salud Pública emitió una alerta epidemiológica en Cárdenas ante el aumento de casos de dengue y chikungunya, atribuidos al caos en la recogida de desechos. Mientras tanto, la Unión Eléctrica no cumple los horarios de apagones programados y en Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba se reportan cortes de electricidad de hasta 20 horas diarias.
La Habana, en cambio, es tratada como una excepción. Por un lado, concentra proyectos turísticos y estratégicos que acaparan la inversión estatal; por otro, esa preferencia profundiza la brecha con el resto del país, donde la escasez y el abandono se han vuelto rutina.
El viejo refrán popular, “La Habana es Cuba y el resto, áreas verdes”, cobra más sentido que nunca. Hoy la isla parece dividida entre una capital maquillada a contrarreloj y un interior agotado, donde los problemas se acumulan sin protestas… y sin soluciones.
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