El padre Alberto Reyes es un asiduo crítico de la realidad cubana. Su verbo incisivo nos lleva de la mano hacia grandes verdades:
"La gente, ilusionada, se montó en el tren, que avanzó y avanzó hasta que se empezaron a acabar las reservas de carbón para las calderas que hacían mover el tren. Como no tenían más carbón, se pidió que arrancaran los asientos, las ventanas y todo lo que pudiera ser combustible para el tren, que de ese modo siguió avanzando. Pero ese combustible también se agotó, con lo cual se pidió que arrojaran a las calderas los equipajes, que hicieron avanzar al tren un poco más, hasta que todo se consumió. Lo único que quedaba por echar eran las propias ropas, cosa que todos hicieron y que permitió avanzar un poco más al tren hasta que, ya sin combustible, se paró.
"Al bajarse, se encontraron frente a un inmenso desierto y empezaron a caminar, desnudos, en medio de aquella nada. Una de las personas se acercó a uno de los líderes y le preguntó: “Oye, ¿y cuándo llegaremos al comunismo?” A lo que el otro respondió, serenamente: “Ya llegamos”.
"Durante años hemos escuchado sobre ´la opción cero´, esa hora en la cual tendríamos que “resistir y vencer” (por supuesto) contando con cero recursos.
Y bien, parece que por fin lo hemos logrado, hemos llegado a la opción cero, ese momento en el que este tren que nos prometió un paraíso, nos ha dejado desnudos y en pleno desierto, en un país paralizado, energéticamente inviable, donde no es posible producir prácticamente nada, y donde ya no hay seguridad para nada, ni para la alimentación, ni para la salud, ni para la educación, ni siguiera para la vida, sometida a una incertidumbre ciudadana sin precedentes.
"Desde el poder, sin embargo, no parecen haberse dado cuenta. Sus discursos, o padecen de un triunfalismo esquizofrénico, o desbordan de un victimismo patético, o simplemente, se vuelcan culpabilizadores sobre la población a la cual llevaron a la ruina pero que ahora resulta que es culpable de no haber sabido defender las conquistas revolucionarias o no es capaz de implicarse con el ardor necesario para librar la enésima batalla contra molinos de viento.
"¿Hasta cuándo vamos a seguir jugando a los ideales heroicos y al futuro luminoso, mientras el país se paraliza y se cae a pedazos, todo el que puede irse huye y los que nos quedamos vivimos en la precariedad circular de sobrevivir al día? ¿Hasta cuándo vamos a mantener el teatro de un pueblo fervientemente “revolucionario”? ¿Hasta cuándo van a intentar convencernos de que los que hoy nos gobiernan serán capaces de hacer reflotar el país?
"Siempre nos dijeron que “la Revolución no abandona a sus hijos”. Lo único que no nos explicaron es que nosotros, el pueblo, no somos sus hijos. Somos sus esclavos, somos sus rehenes; aquéllos que fueron usados para lograr tomar el poder y aquellos que hoy siguen siendo usados para que intenten dar vida a un tren que tiene, por horizonte, la desnudez y el desierto.
"¿Hasta cuándo? ¿Cuándo surgirá una voz digna que reconozca la verdad y permita a este pueblo demostrar que es capaz de ofrecer a todos una vida diferente?
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