Léster Rafael Zayas Díaz es un sacerdote católico cubano, conocido por su labor pastoral, su pensamiento crítico y sus publicaciones en redes sociales, donde reflexiona con valentía sobre la situación social, política y espiritual de Cuba. Ha ocupado cargos relevantes dentro de la Iglesia católica en Cuba, como rector del Seminario San Carlos y San Ambrosio en La Habana, y es muy respetado tanto por creyentes como por no creyentes por su compromiso con la verdad y la dignidad del pueblo cubano.
El padre Léster fue víctirma de un vandálico ataque a su auto apenas horas después de una denuncia que realizara sobre ciertos dirigentes alejados del pueblo al cual supuestamente se deben.
"Mientras algunos hacen que miran para otra parte y elevan cortinas de humo con paquetazos y ´supuestas´ protestas permitidas y codificadas, la miseria sigue en aumento y trae como consecuencia actos vandálicos movidos por la necesidad de conseguir lo indispensable para vivir. O al menos eso quiero creer. De lo contrario podría pensar que es una forma de venganza contra algunos por expresar el sentir común. Es cierto que las casualidades existen pero ¿sucede siempre igual? Así amaneció nuestro carro hoy después de una noche larga de apagón en todo el Vedado. Justo frente a nuestro convento"
El padre Léster es otro que no se calla: "Supongo, pero es demasiado suponer". Así comienza el sacerdote la reflexión que más allá de la retórica, se convierte en un grito lúcido frente a la incomprensión del poder y que bien pudiera haber sido la razón del ataque al auto.
Desde una perspectiva cargada de dolor y honestidad, el clérigo se pregunta si quienes ocupan cargos de responsabilidad realmente cuentan con buenos asesores. No se refiere únicamente a expertos en políticas públicas, sino a personas capaces de advertir sobre lo que no debe decirse jamás. "Un asesor de imagen que cuide que tu postura no resulte engañosa, ni sobreactuada", dice, cuestionando la desconexión entre el discurso político y la realidad de un país al límite.
Zayas se muestra perturbado por declaraciones de un alto dirigente cubano que, en medio de una profunda crisis energética, culpó al pueblo por el aumento del consumo eléctrico al restablecerse el servicio. Frente a esto, se pregunta: "¿Acaso las termoeléctricas en Cuba han estado en manos privadas? ¿Han estado en manos del pueblo?". Señala que la responsabilidad recae en el Estado, no en quienes sufren las consecuencias. Atribuir culpas a las víctimas no solo es erróneo, sino también una burla "grotesca, fea e inaceptable".
"¿Qué pretende usted —y los que le asesoran—? ¿Que al llegar la corriente sigamos cocinando con carbón para no sobrecargar el SEN?" cuestiona Zayas, desnudando la distancia entre quienes deciden y quienes sobreviven.
Describe escenas concretas: madres que no pueden aliviar el hambre de sus hijos, ancianos postrados sin ventilación, jóvenes desilusionados con un sistema que no eligieron. "Lo que no se puede es pedirles a las madres que miren para otra parte cuando ven languidecer la vida de sus niños", denuncia.
También hay una crítica frontal al uso del discurso oficial como arma para desacreditar al disidente. "Lo que no se puede, nunca, es llamar 'mercenario', 'financiado', 'gusano' al que disiente". En esta frase se resume la imposibilidad de diálogo real dentro de un sistema que no tolera la diferencia, y donde el desacuerdo es castigado moral y socialmente. El reclamo de Zayas es claro: no se puede construir un país sobre el sufrimiento silencioso de millones.
"Este pueblo quiere obtener el legítimo derecho a comer con dignidad, a tener 24 horas de corriente, a hablar con libertad".
Ese deseo no es ideológico ni subversivo, es humano. Por eso, Zayas clama por una pausa en la retórica, por la reconsideración del rumbo. Si los asesores han fracasado, que se busquen otros. "Y si no se puede, en nombre de este pueblo pida ayuda, busque otros asesores, permita entonces que otros señalen otros rumbos hacia la vida y la alegría". Lo que no se puede es seguir como si nada.
Pueda ser esta o no la razón del ataque al auto del padre lo cierto es que es mucha casualidad, aunque Léster Rafael Zayas es un hombre de los que no puedes callar.
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