Las despedidas del año suelen traer recuentos, deseos y algún rayo de esperanza. Sin embargo, en la Cuba del 2025 lo que llega es otra frustración acumulada. Como bien denunció Cesareo Navas, escritor, productor de cine y televisión cubano en su publicación, volvemos a terminar diciembre sin los tan mencionados y ya míticos “cinco huevitos” en la canasta familiar, convertidos hoy en un símbolo doloroso de la decadencia cotidiana.
Y es que la ausencia del huevo —un alimento sencillo, básico y salvador para cualquier cocina— se ha transformado en metáfora del abandono al que ha quedado sometido el ciudadano de a pie, especialmente los jubilados y discapacitados, quienes no pueden pagar ni 3000 CUP ni casi 6 dólares por un simple cartón.
La realidad es obscena: mientras en las bodegas siguen vacías las bandejas que algún día llenaron las gallinas nacionales, en mercados como Infanta y Santa Martha descargan camiones del Combinado Avícola con huevos embarreados y destinados… a la venta en dólares. Sí, en dólares. El mismo billete que el gobierno persigue con obsesión patológica, sin que esa fiebre resulte en la tan necesaria dolarización del salario del pueblo. “La ley del embudo”, como dice Cesáreo: lo ancho para GAESA, lo estrecho para Liborio.
Y mientras la vida se aprieta, hay quien desde un estudio climatizado se permite decir que los cubanos debemos dejar de consumir arroz y papas porque “no son productos autóctonos”. Una burla en toda regla, otra más de las tantas que indigna a quienes llevan décadas viendo cómo las autoridades pierden la vergüenza a la misma velocidad que el país pierde servicios básicos, alimentos y dignidad.
Los comentarios a la publicación de Cesáreo lo confirman: hay rabia, cansancio, incredulidad y una sensación compartida de que ya ni los jóvenes ni los niños tienen un horizonte seguro. De que el Estado dejó de cumplir hace muchísimo su función esencial. De que vivir sin leche, sin pollo, sin carne y ahora sin huevos no es una coyuntura: es una condena prolongada.
Por eso, y entre risas amargas, la consigna reaparece:
“¡Que regresen los cinco héroes… los huevos!”
Un grito irónico que dice más que cualquier discurso elaborado. Un país entero no puede sobrevivir a base de consignas de cartón ni de esperanzas rotas.
La publicación de Navas, escrita en otra noche sin electricidad, es el eco de miles: cansados, hambrientos, pero todavía con voz.
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