En un país golpeado por la escasez, el abandono institucional y una crisis que parece no tener fondo, continúan floreciendo gestos que demuestran que la solidaridad sigue viva en Cuba, aunque no nazca precisamente desde donde debería. Esta vez, la historia llega desde Hatuey, un pequeño poblado del municipio de Sibanicú, en Camagüey, donde voluntarios de la Iglesia Adventista ofrecieron comida y acompañamiento a personas en situación de vulnerabilidad.
La acción solidaria fue compartida por Leonides Ayarde Zamora, estudiante de cuarto año de Teología y residente en Sibanicú, quien explicó que la jornada no tuvo otro objetivo que “servir donde más se necesita”. En medio de la precariedad extrema que enfrentan miles de cubanos, este grupo decidió salir a las calles para entregar alimentos preparados y, sobre todo, un mensaje de esperanza para quienes sienten que ya nadie los ve.
Mientras tanto, el Estado —que en teoría debería garantizar mecanismos de protección y asistencia social— continúa mirando hacia otro lado. Las instituciones oficiales permanecen colapsadas, incapaces de responder a la crisis, y la población más vulnerable queda a merced de su propia suerte. En esos vacíos, la Iglesia se convierte en el único sostén emocional, espiritual y material para muchos.
Personas mayores, madres solas, familias que apenas consiguen lo básico para sobrevivir y vecinos que llevan meses arrastrando las consecuencias del desabastecimiento fueron algunos de los beneficiados por esta iniciativa. Para ellos, recibir un plato de comida caliente significó mucho más que nutrición: fue sentirse acompañados, recordados y reconocidos en medio de una realidad que los castiga día tras día.
Estas acciones, repetidas en distintas comunidades del país por iglesias y grupos independientes, evidencian una verdad incómoda: la solidaridad en Cuba nace desde abajo, desde la fe, desde la ciudadanía, desde aquellos que no tienen poder político, pero sí sensibilidad y responsabilidad moral.
Mientras el régimen continúa celebrando cifras, discursos y aniversarios, la Cuba real acepta gestos como este. Gestos que no buscan propaganda ni aplausos, sino simplemente responder al sufrimiento humano.
En Hatuey, una vez más, se hizo visible lo que muchos ya saben: allí donde el Estado no llega —o no quiere llegar—, la Iglesia Cubana sigue presente, llevando alimento, consuelo y dignidad. Y eso, en tiempos como estos, es un acto de resistencia y amor al prójimo.propaganda ni aplausos, sino simplemente responder al sufrimiento humano.
Fuente: La Tijera News
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