En Cuba, hablar de “emprendimiento privado” es prácticamente un mito. Las MIPYMES no son una oportunidad para los ciudadanos, sino un mecanismo que garantiza beneficios a los que están dentro del círculo de poder.
Daniel Abner Ramírez es un ejemplo claro: presentado como un “emprendedor exitoso”, su realidad refleja todo lo contrario. Su negocio, PRODANCO Pinturas, opera en un sector estratégico que no podría existir sin el aval del régimen.
Lo que llama la atención no es solo su actividad económica, sino los privilegios que disfruta. Abner viaja frecuentemente a Estados Unidos y otros países junto a su familia, algo que está fuera del alcance de la mayoría de los cubanos. Su vínculo familiar con la élite castrista, a través de su matrimonio con la hija de un General del consorcio militar GAESA, le asegura protección y acceso a recursos que el pueblo solo puede soñar.
Además, Ramírez participa activamente en la promoción de la propaganda oficial dentro y fuera de Cuba, financiando campañas y materiales que refuerzan la imagen del régimen mientras la población sufre apagones, escasez de alimentos y medicinas. Su influencia no es aislada; proviene de un entramado familiar con fuertes conexiones políticas y económicas, incluyendo vínculos con José Gabriel Ramírez Cal, conocido testaferro mediático de la dictadura.
Los amigos y aliados de Abner en el poder incluyen a figuras como Miguel Díaz-Canel, Manuel Marrero Cruz, la vicepresidenta Inés María Chapman, el Ministro de Justicia y otros privilegiados como Alejandro Cuervo.
Esto demuestra que el sistema cubano no fomenta la libertad económica ni la iniciativa individual, sino que concentra la riqueza y los negocios estratégicos en manos de militares y familiares cercanos al poder.
Mientras tanto, la población enfrenta miseria, hambre y precariedad, sin acceso a los mismos privilegios que los “emprendedores” del régimen. La realidad de Cuba evidencia que las MIPYMES no son para todos, sino un instrumento del poder. Así, lo que se presenta como “emprendimiento privado” no es otra cosa que riqueza concentrada en la élite gobernante, dejando al pueblo al margen de cualquier oportunidad real de progreso.
La desigualdad y la injusticia económica son patentes: mientras algunos viven como capitalistas en medio de un país empobrecido, la mayoría lucha por sobrevivir. El mensaje es claro: las MIPYMES no son del pueblo, sino del régimen, y la ilusión de emprendimiento privado en Cuba sigue siendo una mentira que urge visibilizar.
Fuente: La Tijera
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