Durante la cumbre celebrada en Beijing con motivo del 80.º aniversario de la victoria china sobre Japón, un micrófono abierto captó una conversación insólita entre Vladímir Putin y Xi Jinping. Lejos del protocolo habitual, el presidente chino afirmó que “los órganos humanos pueden trasplantarse continuamente e incluso puedes alcanzar la inmortalidad”, a lo que Putin respondió: “Algunos predicen que en este siglo, los humanos podrían vivir hasta 150 años”.
El inusual intercambio, que rápidamente se viralizó en redes sociales, sorprendió tanto por su tono como por el simbolismo: las grandes potencias autoritarias no solo quieren durar en el poder… también en la vida.
Este diálogo se dio en el contexto de uno de los despliegues militares más impresionantes de la historia reciente de China. Más de 10.000 soldados marcharon en la Plaza de Tiananmen, acompañados por misiles balísticos intercontinentales, armamento hipersónico, drones submarinos y sistemas avanzados de guerra cibernética.
El mensaje fue claro: un bloque autoritario encabezado por China, Rusia, Corea del Norte y, en esta ocasión, Cuba, se presenta como contrapeso al orden democrático global.
La presencia del dictador cubano Miguel Díaz-Canel junto a Xi Jinping, Putin y Kim Jong-un refuerza el carácter geopolítico de esta cumbre. A solo 90 millas de Estados Unidos, la participación activa de La Habana en estos eventos apunta a una alineación estratégica con los regímenes que desafían a Occidente. La prensa internacional no tardó en etiquetar la reunión como la de los “villanos del mundo”.
Más allá del simbolismo, la visita de Díaz-Canel tuvo una agenda práctica. Rindió homenaje a los Héroes del Pueblo Chino y fue recibido oficialmente por Xi Jinping en el Gran Palacio del Pueblo, donde se firmaron once acuerdos bilaterales.
Entre ellos, destacan los convenios en inteligencia artificial, medicina tradicional, infraestructura y comunicación. Cuba, además, se incorporará formalmente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta y a la Iniciativa para la Seguridad Global.
Uno de los momentos destacados fue su visita a la empresa mixta BPL, que ya produce medicamentos biotecnológicos cubanos distribuidos en más de 2.000 hospitales chinos. Allí se anunció la fabricación en Beijing de 100 millones de tabletas de aspirina destinadas a cubrir la demanda cubana en 2026.
Sin embargo, mientras Díaz-Canel busca inversiones en inteligencia artificial y promete nuevas alianzas estratégicas, en la Isla continúan los apagones diarios, la escasez de alimentos y la falta de medicinas básicas.
El contraste entre los anuncios grandilocuentes en la capital china y la cruda realidad de los cubanos refuerza la imagen de Díaz-Canel como un actor menor, dependiente, en la constelación de regímenes autoritarios que intentan proyectar poder global.
La cumbre dejó imágenes y declaraciones llamativas, pero también confirmó una verdad incómoda: mientras los líderes autoritarios hablan de inmortalidad, sus pueblos luchan por sobrevivir.
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