Mientras el dictador Miguel Díaz-Canel repite una y otra vez sus discursos vacíos sobre la "resistencia creativa" del pueblo cubano, la cruda realidad lo contradice. La isla atraviesa la peor crisis económica de su historia reciente, y el hambre ya no se oculta: golpea a las puertas, llora en las calles y habla a través de los más inocentes.
Un video difundido por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada en sus redes sociales deja al descubierto la verdadera cara de esa “resistencia” de la que tanto presume el régimen: una niña cubana, con uniforme escolar y pañoleta roja al cuello —símbolo del adoctrinamiento comunista en las escuelas—, se acerca a la puerta de una casa y, con voz cansada, dice:
“Seño, a ver si ustedes me pueden ayudar, que estoy sin almorzar de la escuela y hoy en mi casa no hay comida, y mis hermanos están sin almorzar en la casa, y yo salí de la escuela y tengo hambre”.
Esa súplica, cargada de dignidad y desesperación infantil, destroza cualquier narrativa oficialista. No se trata de un caso aislado. Es el reflejo de una nación al borde del colapso, donde los padres no pueden alimentar a sus hijos, donde la cartilla de racionamiento es una burla, y donde el Estado —el mismo que promete derechos y justicia social— sólo ofrece miseria y represión.
La niña no pide dulces ni juguetes. Pide arroz, frijoles, lo básico. Pide lo que el gobierno no puede, o no quiere, garantizar. Mientras los altos mandos del Partido Comunista gozan de privilegios, mientras sus familias viajan al extranjero o residen en confortables casas vigiladas por seguridad del Estado, millones de cubanos deben rebuscar en la basura o depender de la caridad ajena para no morir de inanición.
Hablar de “resistencia” cuando los niños tienen que mendigar para sobrevivir es una obscenidad. Hablar de “creatividad” cuando lo que reina es la escasez, el apagón y la desesperanza, es una burla cruel. No hay narrativa propagandística que pueda tapar esta tragedia.
El rostro de esa niña, su voz rota por el hambre, su uniforme testigo de un sistema educativo que no enseña, sino que adoctrina, debería perseguir a quienes desde el poder aún pretenden maquillar el desastre. Debería también sacudir las conciencias fuera de la isla, donde todavía hay quienes se atreven a justificar la dictadura cubana en nombre de una revolución que hace tiempo dejó de ser siquiera una sombra.
Lo cierto es que hoy en Cuba se vive entre el hambre y el miedo. Pero ese video, breve y doloroso, es también un grito: el pueblo cubano ya no resiste por convicción, sino por necesidad, y eso no se llama dignidad, se llama sobrevivencia impuesta por un régimen que ha fracasado en todo, excepto en mantenerse en el poder a costa del sufrimiento de su gente.
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