La crisis sanitaria en Cuba se agrava mientras el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) reporta un alarmante incremento de muertes vinculadas a la epidemia de arbovirosis que golpea la isla. Según informó el periodista Rolando Nápoles en su perfil de Facebook, las autoridades sanitarias reconocieron en su más reciente parte semanal 11 nuevos fallecidos, de los cuales ocho son niños, un dato que ha causado profunda conmoción y preocupación tanto dentro como fuera del país.
De acuerdo con el reporte presentado por la doctora Carilda Peña, ministra de Salud Pública, los nuevos decesos incluyen siete muertes atribuidas al chikungunya, seis de ellas en menores de edad, y cuatro por dengue, entre los cuales también se encuentran dos niños. El balance eleva oficialmente a 44 los fallecidos en Cuba desde el inicio de la actual epidemia: 28 por chikungunya y 6 por dengue, aunque las cifras son recibidas con creciente escepticismo.
Nápoles resaltó que muchos cubanos, médicos independientes y organizaciones de derechos humanos cuestionan abiertamente la transparencia de las cifras publicadas por el Gobierno. La desconfianza no es nueva: desde el comienzo del brote, expertos en salud pública han denunciado que los reportes oficiales llegan tarde, son incompletos o no reflejan la dimensión real de la crisis.
Resulta especialmente llamativo que, en los primeros días de la epidemia, las autoridades insistieran en que el dengue representaba el mayor riesgo para la población. Sin embargo, los datos más recientes indican que es el chikungunya el que está provocando un mayor número de muertes, incluidos niños, lo que contradice la narrativa inicial del MINSAP y evidencia una evolución preocupante del panorama epidemiológico.
Numerosas denuncias en redes sociales aseguran que la cifra real de fallecidos y contagiados es significativamente mayor. Familias cubanas han reportado muertes que no aparecen recogidas en los partes oficiales, mientras activistas señalan que el sistema sanitario se encuentra colapsado, con hospitales sin insumos, demoras en la atención y diagnósticos tardíos.
En medio de esta situación, la incertidumbre crece y la población continúa exigiendo información veraz, medidas efectivas y transparencia. Por ahora, la realidad muestra una epidemia que avanza sin freno y un país que enfrenta una de las crisis sanitarias más graves de su historia reciente, mientras las autoridades siguen sin ofrecer un pronóstico claro sobre cuándo podría comenzar a ceder.
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