En Cuba, el discurso gubernamental insiste en que la educación es gratuita. Sin embargo, para miles de familias esta afirmación tiene cada vez menos sustento en la vida cotidiana. Lo que debería ser un derecho pleno se ha convertido en una serie de gastos constantes que recaen, casi por completo, sobre los padres. Y así lo denuncian muchos cubanos que ya no aceptan el triunfalismo oficial.
Enviar a un niño a la escuela implica mucho más que simplemente no pagar matrícula. Hoy, cualquier familia sabe que el uniforme escolar —del que oficialmente solo se entrega un juego cada varios años— debe completarse comprando piezas adicionales en la calle, donde los precios superan con facilidad los 2 500 pesos por prenda. A eso se suman los zapatos, las medias, la mochila y los materiales básicos como libretas, lápices, borradores o colores. Todo ese paquete puede costar más de 15 000 pesos antes de que el curso siquiera comience.
Pero el gasto no termina ahí. Con la crisis alimentaria que vive el país, la merienda se ha convertido en una preocupación diaria. Muchos niños no pueden permanecer toda la jornada escolar si no llevan algún refuerzo de comida, porque las meriendas y almuerzos escolares no cubren sus necesidades o simplemente no existen. Esto obliga a los padres a preparar y costear alimentos adicionales, un lujo difícil para quienes apenas sobreviven con salarios estatales.
Además, la precariedad en las escuelas hace que los propios padres terminen asumiendo responsabilidades que deberían ser del Estado. Son las familias quienes compran cloro, jabón, frazadas, pintura, luminarias y hasta ventiladores para mantener mínimamente funcionales las aulas. Muchos centros educativos se encuentran en condiciones deplorables y dependen de los aportes de los padres para no deteriorarse aún más.
Y si la falta de recursos materiales es grave, la situación del personal docente no es mejor. Salarios insuficientes, exceso de trabajo y total desmotivación han provocado un éxodo masivo de maestros. Como resultado, en muchas aulas no hay profesores suficientes y son los propios padres quienes deben pagar clases particulares para garantizar que sus hijos aprendan lo básico. La educación complementaria, que antes era una opción, hoy se ha vuelto casi una necesidad.
Mientras los medios oficiales repiten consignas, las familias cargan con una realidad dura y costosa. La educación en Cuba puede ser “gratuita” en el papel, pero en la práctica depende del bolsillo de los padres y de su capacidad para sostener un sistema que hace tiempo dejó de ser funcional.
¿Y tú? Si eres madre o padre, ¿cuánto has tenido que gastar para que tu hijo pueda estudiar?
Fuente: Alberto Arego
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