La llegada del superyate del multimillonario francés Bernard Arnault, fundador del imperio de lujo Louis Vuitton (LVMH), al puerto de La Habana generó un fuerte impacto visual y social entre los cubanos. Mientras la mayoría de la población enfrenta un deterioro profundo en sus condiciones de vida, la presencia de esta imponente embarcación de 101 metros de eslora y valorada en cerca de 150 millones de dólares evidenció el enorme contraste entre el lujo global y la precariedad cotidiana en la Isla.
El yate, equipado con piscinas, jacuzzis, ocho camarotes para 16 invitados y una tripulación de 27 personas, representa un nivel de opulencia inalcanzable para cualquier ciudadano cubano promedio. Pero más allá de su magnificencia, su llegada dejó al descubierto un comportamiento típico del régimen: el despliegue inmediato de patrullas policiales, la restricción del acceso al Malecón cercano al sitio del atraque y la prohibición de actividades como la pesca, una práctica de subsistencia para muchos habaneros.
En un país donde persisten apagones constantes, escasez severa de alimentos y de medicamentos, crisis del transporte y salarios totalmente insuficientes, la imagen del superyate sirve como una metáfora directa de las desigualdades extremas que se han profundizado tras más de 66 años de dictadura comunista. Mientras algunos visitantes extranjeros pueden disfrutar del Caribe desde el lujo marítimo, millones de cubanos luchan cada día contra la miseria.
La presencia del yate de Arnault en La Habana no es un hecho aislado en el contexto de los regímenes autoritarios. Cuba y Venezuela, por ejemplo, comparten un patrón claro: sistemas que prometen igualdad social, pero que terminan produciendo sociedades profundamente desiguales, donde solo una élite política y económica disfruta de privilegios.
Arnault, uno de los hombres más ricos del planeta, ha mantenido en los últimos años un patrimonio que ronda entre los 180 y 190 mil millones de dólares, dentro del top 3 mundial. Su inversión en superyates responde a las motivaciones usuales entre los ultra millonarios: estatus, privacidad, exclusividad y capacidad de entretenimiento, además de la posibilidad de mantener valor con el tiempo.
La visita del superyate a La Habana quedó así como un recordatorio de la enorme brecha entre el mundo del lujo y la realidad cubana, y una imagen que provocó tanto asombro como indignación entre quienes solo pueden observar, desde lejos, un lujo inaccesible.
Fuente: Periódico Cubano
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