En los últimos meses, la pregunta que recorre tanto a analistas como a ciudadanos dentro y fuera de Cuba ha adquirido un nuevo nivel de urgencia: ¿cuánto tiempo más puede sostenerse el régimen cubano? Para explorar esta interrogante con un enfoque imparcial, se recurrió al modelo de lenguaje ChatGPT, desarrollado por OpenAI, formulándole directamente la pregunta: “¿Te atreverías a augurar cuánto le queda al régimen de Cuba en el poder? Sé imparcial y analítico”.
La respuesta generada por la inteligencia artificial se basa en datos económicos, sociales y políticos actualizados, y no deja espacio a la indiferencia. Según el análisis, el régimen atraviesa su etapa más crítica desde el Período Especial. A diferencia de los años 90, cuando logró amortiguar el colapso soviético mediante nuevas alianzas (como Venezuela, y en menor medida Rusia), hoy todas sus fuentes externas de financiamiento están en crisis o se han agotado.
La situación energética es uno de los principales puntos de fractura. Los apagones se han convertido en una constante, y el deterioro de las termoeléctricas ha obligado al país a depender de barcazas eléctricas turcas, que ya comienzan a retirarse por impagos. Sin una red energética estable, la economía cubana se paraliza aún más, lo que alimenta el malestar social.
A esto se suma el fracaso del turismo, una de las principales fuentes de divisas del país. Con una ocupación hotelera por debajo del 30%, carencia de productos básicos, y un entorno que deja mucho que desear, las grandes cadenas internacionales reconsideran su permanencia en la isla. La imagen de Cuba como destino atractivo se desdibuja rápidamente.
El “modelo de exportación de servicios profesionales” —en particular médicos—, otra de las principales herramientas de obtención de ingresos, ha perdido más del 60% de su peso desde 2014. A esto se agregan litigios internacionales, deserciones masivas y acusaciones por violaciones laborales en países como Brasil, México, Italia o Angola. La reputación de este modelo ha quedado fuertemente dañada.
En el plano social, la represión persiste, pero ya no garantiza obediencia total. El miedo se debilita. Se multiplican las protestas espontáneas, las críticas públicas, y la migración masiva se ha disparado, con más de medio millón de cubanos saliendo del país en solo dos años. Esto apunta a una erosión profunda del tejido social y del control del Estado.
A juicio de ChatGPT, el régimen podría estar entrando en sus últimos cinco años de viabilidad funcional. No necesariamente a través de un colapso repentino, sino de una implosión progresiva, fruto del deterioro constante de sus pilares económicos, sociales y políticos. La única salida para prolongar su existencia sería un giro inesperado: una apertura negociada, una nueva alianza económica de peso o una transición pactada.
En ausencia de esos factores, el actual modelo político y económico de Cuba parece destinado a enfrentar un desenlace cada vez más cercano. El país no solo lucha contra el desgaste interno, sino contra una percepción internacional deteriorada y un desencanto colectivo que ya no se contiene con consignas.
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