Un nuevo escándalo sacude a la Empresa Eléctrica en La Habana. El opositor Jonás Bourne Varona, residente en el municipio Playa, denunció públicamente lo que calificó como una “estafa institucionalizada”: facturas adulteradas que no reflejan el consumo real de su vivienda.
Desde junio ha recibido montos inflados mes tras mes, sin que las reclamaciones presentadas hayan tenido respuesta. “Lo que recibimos son excusas, nada más. La amenaza es clara: o pagas o te cortamos la corriente”, afirmó en un video difundido en redes sociales.
El testimonio no sorprende a muchos cubanos, que han experimentado situaciones similares. Bourne explicó que en la oficina de reclamaciones ha coincidido con otros clientes en idéntica situación: tarifas elevadas sin justificación y presión para pagar bajo riesgo de perder el servicio eléctrico.
A su denuncia se suma un trasfondo político. El afectado señaló que, además de la irregularidad en sus facturas, su condición de opositor al régimen lo convierte en blanco de hostigamiento. “Tengo dos frentes: la represión policial y el abuso de la Empresa Eléctrica”, declaró.
Pero este caso no es aislado. En febrero, una usuaria en TikTok contó cómo un cobrador los estafó en su comunidad y, pese a presentar pruebas de pago, la empresa les exigió saldar de nuevo los recibos.
En Manicaragua, una mujer mostró indignada cómo le cobraron 356 pesos por un servicio que apenas funcionaba una hora diaria. Y en Contramaestre, trabajadores intentaron retirar contadores bajo la excusa de “enviarlos a un laboratorio”, generando sospechas de fraude.
Estos episodios muestran un patrón que se repite: cobros inflados, ausencia de transparencia y desprotección total del consumidor. En lugar de recibir respuestas, los ciudadanos enfrentan silencio, amenazas y una gestión cada vez más ineficaz.
La crisis energética agrava el malestar. Con déficits diarios cercanos a los 2,000 MW en 2025, los apagones prolongados se han convertido en parte de la rutina. Sin embargo, mientras los hogares pasan noches enteras sin electricidad, la Empresa Eléctrica continúa enviando facturas desproporcionadas que nadie entiende.
La indignación estalla en redes sociales, que hoy funcionan como la única vía de denuncia ciudadana ante un sistema cerrado que se niega a reconocer sus fallas. Lo que queda en evidencia es una doble injusticia: el pueblo sufre apagones interminables y, al mismo tiempo, es víctima de presuntas estafas de la misma institución que debería garantizarle el servicio. En Cuba, el apagón no solo es quedarse sin luz, también es ver cómo apagan la verdad con abusos disfrazados de facturas.
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