Una denuncia anónima publicada por Movimiento anticomunista y defensores de los derechos humanos y la libertad ha sacado a la luz un caso grave de presunta corrupción en el Hospital Pediátrico Provincial de Sancti Spíritus.
Según el relato de un trabajador del centro que teme represalias, en julio de 2025 una niña de menos de dos años procedente de Trinidad fue ingresada por un problema respiratorio bajo la atención del pediatra Dr. Redelio Rondón Fernández.
Durante el ingreso, una doctora entregó a la madre los bulbos de Biomodulina T, medicamento esencial para completar el tratamiento de la menor. Sin embargo, al momento de aplicar el último bulbo, este desapareció. Al exigir explicaciones, la madre recibió una respuesta que ha causado indignación: “¡No averigües más, te estamos haciendo un favor con la niña!".
Ante la desesperación, la madre recurrió a la especialista Caridad Elena Blanca González, otorrinolaringóloga, quien también desatendió el caso y le dijo: “Ya no busques más, si la niña no lo necesita”.
El paradero del bulbo faltante permanece desconocido. El denunciante asegura que este tipo de incidentes no es aislado y que en medio del colapso sanitario cubano, medicamentos destinados a pacientes vulnerables son desviados para su venta en el mercado negro.
La magnitud del negocio es alarmante: un bulbo de Biomodulina T se cotiza entre 1,500 y 2,000 pesos cubanos, mientras que una ampolla de Ceftriaxona (Rosefin) alcanza aproximadamente 750 pesos cubanos. Medicamentos que deberían salvar vidas se convierten en mercancía para lucro personal, dejando a los pacientes sin tratamientos esenciales.
Actualmente, la niña permanece en su hogar con un tratamiento incompleto y su familia enfrenta una situación angustiante y peligrosa. Este caso evidencia que la crisis en Cuba no se limita a la escasez de recursos, sino que refleja también una falla ética y moral dentro del sistema de salud.
Denuncias como ésta, generan alarma sobre la situación de los pacientes pediátricos y la vulnerabilidad de quienes dependen de la salud pública. En un país donde incluso faltan jeringuillas, el robo de medicamentos y la indiferencia de algunos profesionales hacia la vida de los pacientes son pruebas del colapso sanitario y la corrupción institucional.
Lo ocurrido en Sancti Spíritus se suma a los múltiples reportes de irregularidades en hospitales del país, demostrando que la crisis no es solo material, sino también de conciencia, ética y respeto por la vida de los más pequeños.
La familia de la menor continúa su lucha por garantizar que la niña reciba el tratamiento completo, mientras la sociedad cubana observa con preocupación la desprotección de quienes deberían estar bajo el cuidado del sistema de salud.
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