Las imágenes difundidas recientemente en redes sociales muestran el deterioro extremo del Hospital Docente Clínico Quirúrgico “Joaquín Albarrán”, conocido popularmente como el "Clínico de 26", en La Habana.
Lo que debiera ser un centro de atención médica digna para la población, refleja hoy una escena de abandono, insalubridad y falta de mantenimiento que indigna a pacientes y familiares.
En los cuartos y baños de la instalación, los signos de colapso estructural son evidentes: instalaciones rotas, suciedad acumulada y condiciones muy lejos de las mínimas exigencias para la atención sanitaria.
Los baños, en particular, exhiben un estado insalubre que compromete la higiene y la seguridad de quienes dependen de este centro.
El contraste con el discurso oficial resulta inevitable. Mientras el régimen presume de sus logros en la salud pública, la realidad dentro de los hospitales cubanos deja en evidencia un sistema en crisis, incapaz de garantizar condiciones básicas de atención.
De acuerdo con la denuncia publicada en el perfil de Facebook de La Tijera, la situación del Clínico de 26 no es un caso aislado, sino parte de un panorama general de abandono institucional que se extiende por todo el país.
Tanto en hospitales como en escuelas, centros culturales o deportivos, el deterioro físico y la falta de recursos son una constante que golpea directamente a la población.
A pesar de ello, el Gobierno continúa destinando recursos a otros proyectos fuera de la isla.
Mientras se cierran salas, se carece de medicamentos y los pacientes deben llevar insumos básicos a los hospitales, la llamada “dictadura castrista” invierte en empresas mixtas de medicamentos en países como Vietnam y China, administra hospitales modernos en Qatar y Angola y mantiene el millonario negocio de la exportación de médicos bajo el programa de “batas blancas”.
La paradoja es clara: mientras en el exterior se presume un modelo de salud de alto nivel, en Cuba el pueblo enfrenta colas interminables, falta de personal especializado y hospitales al borde del colapso.
El caso del Clínico de 26 es solo la punta del iceberg de un sistema sanitario en ruinas, que refleja al mismo tiempo la crisis generalizada de las instituciones cubanas. Para los ciudadanos, la sensación es de abandono total y la certeza de que la salud pública, otrora estandarte del régimen, hoy es un símbolo de la miseria hospitalaria en la que sobrevive el país.
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