Una vez más, la crisis del sistema sanitario cubano queda en evidencia. La reciente muerte de un anciano en circunstancias alarmantes en el Hospital General Juan Bruno Zayas, de Santiago de Cuba, ha generado indignación entre la población, no solo por el hecho en sí, sino por la fría y evasiva respuesta emitida por el Ministerio de Salud Pública en la provincia.
El cuerpo sin vida del paciente fue hallado la madrugada del sábado 2 de agosto en el suelo, cerca de un área de depósito de basura dentro del propio hospital. Según la nota oficial emitida por la Dirección de Salud en Santiago de Cuba, el hombre era oriundo de Guantánamo y había sido ingresado apenas un día antes. Fue encontrado con vida en las inmediaciones de los recolectores de basura, y trasladado al Servicio de Urgencias, donde falleció poco después, a pesar —según afirman— de recibir atención médica inmediata.
“La caída provocó un trauma, pero no existían signos de violencia”, aseguró el comunicado. Sin embargo, más allá de la aparente naturalidad con la que se intenta justificar el suceso, lo que ha provocado mayor indignación ha sido el tono deshumanizado y defensivo de la declaración, que lejos de asumir alguna responsabilidad institucional, se enfoca en desmentir publicaciones en redes sociales y condenar la “desinformación”.
“De forma irrespetuosa se ha divulgado en redes sociales información falsa relacionada con este suceso”, señala el texto, al tiempo que acusa a quienes informaron sobre el hecho de “provocar estados de alarma”. Tal reacción sugiere un patrón repetido en el discurso oficial cubano: desviar la atención del problema estructural culpando a la ciudadanía por atreverse a cuestionar.
Ni una sola línea del comunicado del Ministerio de Salud en Santiago aborda cómo fue posible que un paciente terminara, por sus propios medios, en una zona tan inadecuada y peligrosa como un área destinada a desechos hospitalarios. Tampoco se aclara si el hombre estaba desorientado, si hubo negligencia del personal encargado o si las condiciones de vigilancia y seguridad eran mínimas o inexistentes.
Todo apunta a un contexto de abandono dentro de las instalaciones médicas. En medio de una infraestructura deteriorada, sin personal suficiente ni recursos para garantizar el bienestar básico de los pacientes, hechos como este comienzan a parecer parte del panorama habitual. Lo más alarmante es la normalización de situaciones que, en otros contextos, serían motivo de investigación penal y profunda revisión administrativa.
Este tipo de respuesta institucional, que reduce la muerte de un ser humano a una nota burocrática y exculpatoria, refleja no solo la decadencia del sistema de salud cubano, sino también su desprecio por la transparencia y la rendición de cuentas. Que un anciano termine en un basurero hospitalario y que la respuesta oficial sea minimizar el hecho y condenar a quienes lo denuncian, evidencia la deshumanización que atraviesa a muchas estructuras del Estado cubano.
Las condolencias ofrecidas en el cierre del comunicado resultan insuficientes frente a una realidad que golpea con fuerza: en Cuba, enfermar puede ser una condena, y morir en el abandono, una estadística más.
Respuesta de la Dirección de Salud en Santiago de Cuba