Las recientes declaraciones de Roberto Ferrante, productor artístico multiplatino y discográfico italiano, calificando a “Bebeshito” como “el más grande artista cubano de todos los tiempos”, por encima de Benny Moré y Celia Cruz, han desatado una ola de indignación entre amantes de la música y conocedores de la historia cultural de Cuba.
Benny Moré, apodado El Bárbaro del Ritmo, no solo fue un cantante de voz única y timbre inconfundible, sino también un compositor y director de orquesta que dominó con maestría géneros como el son, el bolero, el mambo y la guaracha.
Sin estudios académicos formales, pero con un oído absoluto y una creatividad desbordante, llevó la música cubana a escenarios internacionales en una época sin redes sociales ni autopromoción digital.
Su orquesta “Banda Gigante” marcó un antes y un después en la interpretación popular, y su legado, seis décadas después de su muerte, sigue vivo en el imaginario colectivo de Cuba y el mundo.
Celia Cruz, “La Reina de la Salsa”, fue mucho más que una voz poderosa y un grito inconfundible de “¡Azúcar!”.
Con una carrera que abarcó más de medio siglo, se convirtió en la embajadora cultural más importante de la música cubana en el exilio.
Su paso por la Sonora Matancera y, posteriormente, su alianza con la Fania All Stars, impulsaron la salsa a una dimensión global. Ganadora de múltiples premios Grammy y reconocida en todo el planeta, Celia fue símbolo de orgullo, resistencia y excelencia artística.
Frente a estas trayectorias, Bebeshito cantante urbano surgido en los últimos años representa un fenómeno propio de la era digital: canciones virales, consumo rápido y una fuerte presencia en plataformas sociales.
Aunque popular en ciertos segmentos juveniles, su producción carece, hasta el momento, de la profundidad musical y la proyección internacional sostenida que caracteriza a los grandes maestros de la música cubana.
Su influencia, al menos hasta ahora, no ha superado el ámbito de la moda pasajera y la tendencia virtual.
La afirmación de Ferrante, más que un juicio artístico, parece una estrategia de marketing que confunde visibilidad con trascendencia. Equiparar a un artista emergente, cuya carrera aún no ha probado solidez en el tiempo, con figuras que definieron la identidad musical de un país, es no solo desproporcionado, sino una muestra de desconocimiento histórico.
El verdadero arte no se mide en reproducciones digitales ni en tendencias efímeras, sino en la capacidad de una obra para trascender generaciones, inspirar y representar la esencia cultural de un pueblo.
Y en esa vara de medir, Benny Moré y Celia Cruz siguen estando en la cima, inalcanzables por cualquier fenómeno de moda.
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