¿Hasta cuándo el cubano seguirá callando ante el robo institucionalizado que ocurre todos los días en los comercios estatales en dólares?
Una cosa es una crisis económica y otra muy distinta es la desvergüenza, el descaro y la burla sistemática que el propio estado perpetra contra su pueblo. Desde el inicio de la llamada "dolarización parcial", el trato al cliente ha sido una falta de respeto absoluta.
En los comercios dolarizados del estado no se entrega vuelto en efectivo. ¿La solución impuesta? Te devuelven la diferencia en caramelos, bombones, sobres de sopa instantánea o mostaza. Chucherías baratas que nadie pidió.
Al principio, muchos cubanos, con ese humor irreverente que nos caracteriza, lo tomamos a broma. Se hicieron chistes, memes, anécdotas. Pero el abuso siguió... y se normalizó. Peor aún, se ha oficializado. Ahora, cuando el vuelto es de cinco, diez o más centavos, simplemente no hay nada que te puedan dar. Y esos centavos no desaparecen: se los embolsa el sistema, multiplicados por miles de operaciones diarias en todo el país.
Hagamos cuentas. Si en cada tienda del país se quedan con 10 centavos por cliente, y cada tienda atiende a 200 personas al día, estamos hablando de miles de dólares que no van al pueblo, sino al saco roto de la corrupta dictadura.
Hace poco fui testigo de un hecho indignante en la perfumería "La Fragancia" en el Centro Comercial de Carlos III. Una señora preguntó el precio de una colonia. La empleada, con sinceridad brutal, le dijo: "Cuesta 3.70, pero te aclaro que no puedo darte ni un caramelo." Aun así, la cliente aceptó. Porque, ¿qué otra opción tenía?
Y aquí viene lo más triste: ¡la pasividad, el silencio, el miedo! Ese pueblo rebelde que un día gritó "¡Ya basta!" ahora traga en seco y sigue. No porque no sienta rabia, sino porque ha sido aplastado moral, económica y emocionalmente.
¿Y los medios? ¿Y los periodistas? Cómplices por omisión. Ninguno denuncia, ninguno pregunta, ninguno investiga. Las autoridades territoriales hacen mutis. Todo el sistema está diseñado para silenciar el dolor y legitimar el robo.
Mientras tanto, los empleados de esos comercios cargan con las quejas, las protestas, las caras largas. Ellos no son los ladrones. Son las víctimas de un modelo podrido que les impone prácticas mafiosas.
Este es un daño que va más allá del bolsillo: es un golpe directo a la ética, a la moral, a la dignidad de un pueblo entero.
¡Cuba duele! Duele ver cómo el estado se convierte en pillo y el ciudadano en rehén silencioso.
Del perfil de Cesario Navas
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