Foto tomada de Periódico Cubano
En plena crisis alimentaria, el Ministerio de Comercio Interior (MINCIN) de Cuba intenta disfrazar como logro lo que para millones de cubanos representa una humillación más: el regreso de los frijoles a las bodegas, eso sí, con condiciones que rozan el absurdo.
Según el anuncio oficial, cada consumidor podrá comprar una sola libra de frijoles nacionales a un precio de 196 pesos cubanos (CUP), lo que equivale al 10% de una pensión mínima en la Isla. El producto será distribuido de forma controlada, con anotación obligatoria en la libreta de abastecimiento, como si se tratara de un lujo reservado para unos pocos y no de un alimento básico.
“Es un derecho de compra”, señala el MINCIN en su comunicado, aunque ese “derecho” no sirve de mucho cuando la mayoría no puede pagarlo. Con un salario mínimo de 2.100 CUP y pensiones de apenas 1.528 CUP, el precio fijado por libra está lejos del alcance de los más vulnerables.
En redes sociales, la reacción fue inmediata. La frustración se desbordó en Facebook:
“Es como si fuera caviar”, ironizó Olga María Mabardi.
“Otra burla al pueblo. Ese frijol es nuestro, no es importado”, escribió Arleyn Baeza.
“Pasará igual que con el arroz”, advirtió Diana Domínguez, en referencia a la corrupción y manipulación habitual en las bodegas.
Muchos usuarios denunciaron además que el arroz sigue sin llegar, y que el canal de Telegram del MINCIN ha dejado de actualizarse, silenciando las quejas ciudadanas. Ana María Cruz de las Casas comentó que el chat fue bloqueado, dejando a la gente sin acceso a información clara y confiable.
El gobierno insiste en que la medida busca “evitar el acaparamiento y acercar la oferta a la población”. Pero en la práctica, la escasez continúa, y los alimentos básicos siguen siendo una carrera de obstáculos para la mayoría.
La incoherencia del sistema es evidente: productos nacionales vendidos a precios elitistas, mecanismos de control disfrazados de justicia social, y un aparato de distribución que ni siquiera garantiza transparencia.
Mientras los funcionarios celebran la distribución de una libra de frijoles como si fuera una victoria nacional, la realidad es que el pueblo cubano sigue pagando el precio del fracaso económico con hambre, resignación y rabia contenida.
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