Desde la década de 1970, los habaneros escuchan hablar del Metro de La Habana como si fuera una leyenda urbana: una promesa repetida durante medio siglo, pero que nunca ha visto la luz. A pesar de múltiples anuncios oficiales, estudios geológicos y hasta el inicio de obras en algunos puntos de la ciudad, el metro sigue siendo un proyecto inconcluso que refleja el fracaso crónico en la ejecución de grandes obras de infraestructura en Cuba.
El plan inicial, impulsado durante la estrecha alianza con la Unión Soviética, contemplaba la construcción de al menos tres líneas que conectarían los extremos de la capital. Acompañado de técnicos soviéticos, mapas de colores y discursos optimistas, el proyecto arrancó con la perforación de túneles en zonas como el Vedado y Centro Habana. Sin embargo, con el colapso del bloque socialista en los años 90, se esfumaron los fondos, los especialistas y las esperanzas.
Para 1995, menos del 1% del metro había sido ejecutado, según reportes no oficiales. Los túneles quedaron abandonados y las justificaciones no tardaron en llegar: desde supuestas dificultades técnicas hasta la dureza del subsuelo cubano, argumento que contradecía los propios estudios iniciales.
A pesar del fracaso, en 2018 el gobierno cubano resucitó la idea bajo el nombre de “sistema ferroviario metropolitano”, anunciando cooperación con Rusia y China. Esta vez, los avances se limitaron a fotos de reuniones, promesas renovadas y ningún avance tangible. Ni rieles, ni estaciones, ni cronogramas ejecutados.
Hoy, algunos de los túneles que se construyeron han sido reutilizados como almacenes militares o supuestos refugios ante una eventual guerra, una posibilidad remota en un país agobiado por crisis económica y social, y donde los problemas del transporte siguen sin resolverse.
El caso del Metro de La Habana recuerda otros megaproyectos inconclusos en la isla, como la planta electronuclear de Juraguá, en Cienfuegos: una obra iniciada con apoyo soviético que consumió más de 1.100 millones de dólares y nunca fue terminada. Actualmente, sus instalaciones permanecen abandonadas y custodiadas por militares.
Lejos de ser una solución al caos del transporte en la capital, el metro ha terminado convertido en símbolo del modelo cubano: grandes planes, poca o nula ejecución, ausencia de rendición de cuentas y un discurso oficial que evade responsabilidades mientras siguen apareciendo nuevas promesas sin respaldo.
Bebeshito conquista Billboard y es nombrado el Artista Latino en Ascenso del mes de julio
Hace 1 día
Abogados de inmigración denuncian obstrucción sistemática en el centro Alligator Alcatraz
Hace 1 día