Un extenso artículo publicado este lunes 23 de junio por el diario español El País revela cómo el régimen cubano logró apagar la inédita protesta estudiantil contra el aumento de tarifas de internet a través de una represión discreta pero efectiva, basada en amenazas, interrogatorios y presión institucional. Aunque el paro universitario iniciado a principios de junio no logró que se modificaran los precios impuestos por ETECSA, sí dejó al descubierto un malestar profundo entre las nuevas generaciones.
Entre los testimonios recogidos por El País, destaca el del joven Raymar Aguado Hernández, estudiante de Humanidades en el Centro Félix Varela, quien fue citado por la policía el 11 de junio. Acusado de “incitación a delinquir”, recibió una advertencia oficial por su respaldo al paro. “La protesta se detuvo no por decisión de los estudiantes, sino por el chantaje de los órganos represivos del Estado”, aseguró. Raymar depende de su conexión a internet para estudiar, trabajar y mantener a sus padres, pero con las nuevas tarifas, teme no poder continuar. “No sé si tendré que buscar empleo como ayudante de albañil o dependiente en una Mipyme”, lamentó.
De acuerdo con El País, las presiones del aparato de seguridad también alcanzaron a otros estudiantes, profesores y familiares. Muchos fueron obligados a firmar documentos de retractación y a asistir a reuniones controladas, sin posibilidad real de diálogo. La organización Cubalex alertó sobre una “represión silenciosa” que incluyó vigilancia, amenazas y censura.
A pesar del fin del paro, no hubo respuesta concreta del gobierno a las demandas estudiantiles. Las nuevas tarifas se mantienen, y según la presidenta de ETECSA, Tania Velázquez, renunciar a ellas “sería perder ingresos necesarios para mantener el servicio”. En el podcast oficial Desde la Presidencia, conducido por Miguel Díaz-Canel, la funcionaria confirmó que los ingresos de la empresa estatal aumentaron tras la subida de precios.
La protesta, sin embargo, fue significativa. Surgió en distintas universidades del país, desde La Habana hasta Holguín, y unió a estudiantes de carreras diversas en torno a demandas concretas: el rechazo a la dolarización de los servicios, la imposibilidad de costear la conectividad desde Cuba y la exclusión de quienes no tienen familiares en el exterior. También se denunciaron deficiencias estructurales como apagones, bajos salarios, y la falta de acceso a la información y a la expresión libre.
El artículo de El País también recoge la experiencia del profesor Emilio Basilides Alfonso Hernández, de la Universidad de La Habana, quien acompañó el movimiento estudiantil y destacó su civismo. Asegura que el paro fue “espontáneo y orgánico” y que, pese a la represión, generó “esperanza” en las aulas. “Los estudiantes fueron respetuosos y valientes. Los profesores que sentimos afinidad con sus causas, nos sumamos en espíritu. Otros, sin embargo, se dedicaron a delatar y sofocar el movimiento”, declaró.
Uno de los momentos más simbólicos de la protesta fue cuando Raymar y otro estudiante se plantaron junto al busto de Julio Antonio Mella en la Universidad de La Habana, cubriendo sus rostros con carteles que decían: “¿Dónde está Mella?”. El gesto evocó el legado del líder estudiantil de los años 20 y fue también una respuesta al silencio oficial ante sus reclamos.
La juventud, según concluye El País, vivió en junio una experiencia de acción cívica sin precedentes en el contexto actual cubano. Pese a que el gobierno intentó deslegitimar el paro acusándolo de estar instigado desde el exterior, los estudiantes reiteraron en todo momento que sus demandas eran legítimas y propias. Sus comunicados enfatizaron que no representaban a partidos ni agendas externas, solo a una generación que exige poder estudiar y vivir con dignidad.
La represión logró apagar el paro, pero no la sensación de hartazgo. Para muchos, esta movilización marca un punto de inflexión. Como expresó el profesor Alfonso Hernández: “He sentido una ausencia que va más allá de las aulas vacías. Es una pérdida de rumbo. Pero también, una muestra clara de que las nuevas generaciones están empezando a asumir con determinación la responsabilidad de construir otro país”.
(Con información de El País)
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