Un video difundido en redes sociales ha generado una oleada de indignación tras mostrar lo que aparenta ser un acto de abuso físico y psicológico contra un joven recluta dentro de una unidad militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en Guantánamo. Las imágenes, por la página de Facebook La Tijera, muestran a un joven identificado como “Lester” siendo obligado a cargar un pesado tronco de plátano sobre su espalda, mientras se encuentra visiblemente exhausto y en cuclillas.
En el video, otro militar —presuntamente un oficial— lo somete a la humillación y el maltrato físico, hasta el punto de derribarlo intencionalmente. El joven cae estrepitosamente, golpeándose la espalda y la cabeza contra el suelo, mientras sus compañeros de unidad observan en silencio, sin intervenir.
Este tipo de prácticas no son hechos aislados, sino manifestaciones de una cultura de violencia institucionalizada dentro del Servicio Militar Obligatorio en Cuba. Los testimonios de exreclutas coinciden en describir un sistema que normaliza la humillación, la violencia verbal y física, y donde el miedo al castigo impide que los jóvenes denuncien los abusos.
El caso de “Lester” pone nuevamente bajo escrutinio la legalidad y la ética de este tipo de entrenamientos militares, donde la supuesta formación del carácter y la disciplina muchas veces encubren prácticas que rayan en la tortura. A falta de transparencia y de mecanismos efectivos de rendición de cuentas, estos actos quedan, en la mayoría de los casos, impunes.
La publicación del video ha motivado llamados en redes para identificar al oficial involucrado y sumarlo a listas de presuntos represores dentro del sistema castrense. Aunque las autoridades militares no se han pronunciado oficialmente sobre el incidente, el repudio público continúa creciendo y amplifica la demanda de revisar a fondo el sistema de reclutamiento forzoso que se aplica en la Isla.
Las imágenes también evidencian la pasividad —o el miedo— de otros soldados presentes, que asisten a la escena sin intervenir. Este silencio colectivo refleja una estructura jerárquica autoritaria en la que la denuncia es castigada, y la obediencia ciega es la norma. Es una realidad que ha sido señalada por numerosos organismos internacionales como contraria a los principios fundamentales de derechos humanos.
El Servicio Militar Obligatorio en Cuba sigue siendo una política de Estado que no contempla objeciones de conciencia ni alternativas civiles, lo que convierte a miles de jóvenes en víctimas potenciales de abusos como el que se ha evidenciado en este caso. Muy lejos de ser un espacio de formación, para muchos representa un periodo de violencia, desgaste emocional y pérdida de derechos.
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