Thaddeus Daniel Pierce no es un bebé cualquiera, es el "bebé del milenio". Nació en London, Ohio, el 26 de julio de 2025, pero su historia comenzó tres décadas antes, cuando fue concebido y congelado como embrión en mayo de 1994.
Su llegada al mundo no solo bate récords, sino que también reaviva uno de los debates más intensos de la bioética y la reproducción asistida: ¿hasta dónde pueden llevarnos las nuevas formas de concebir?
La madre biológica del embrión Linda Archerd, de 62 años, lo describió como un proceso profundamente personal. Tras concebir cuatro embriones con su entonces esposo, uno fue implantado con éxito en 1994, dando origen a su hija, hoy de 30 años.
Los otros tres quedaron suspendidos en el tiempo, congelados. Años más tarde, Archerd, ya divorciada, decidió ofrecerlos en adopción, pero no de forma anónima. Quería saber quién criaría al "hermano" de su hija.
Después de años de búsqueda, encontró a Lindsey y Tim Pierce, una pareja cristiana de Ohio que cumplía con sus condiciones. A través del programa Snowflakes, de la agencia Nightlight Christian Adoptions, el embrión fue evaluado, descongelado y transferido con éxito en una clínica de Knoxville, Tennessee.
"Es como algo sacado de una película de ciencia ficción", dijo la madre adoptiva Lindsey, de 35 años. El impacto del caso ha sido tal que ha revivido la discusión sobre los embriones congelados y su estatus legal, ético y emocional. Mientras unos celebran lo que ven como un milagro de la ciencia, otros advierten sobre los peligros de desdibujar las fronteras naturales de la maternidad.
"Este bebé no solo desafía el tiempo: interpela el alma de una sociedad que sigue aprendiendo a convivir con sus propios avances tecnológicos", escribió un comentarista en redes sociales.
La historia de Thaddeus no es la primera de su tipo. En 2022, otra pareja logró un nacimiento similar con embriones congelados en 1992. Pero este nuevo caso —con un embrión de 30 años— empuja los límites aún más.
Así, en una era donde el reloj biológico ya no es una sentencia, sino una variable manipulable, nacen niños que son, literalmente, hijos del pasado. A unos les maravilla. A otros, les inquieta. Pero nadie queda indiferente.
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