Cuba atraviesa una de las peores crisis energéticas de los últimos años, con un déficit de más de 1.800 megavatios (MW) que ha sumido al país en apagones masivos y prolongados.
Según la Unión Eléctrica (UNE), la situación del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) es crítica: para este viernes se estima una disponibilidad de solo 1.877 MW frente a una demanda de 3.650 MW, lo que genera una afectación de hasta 1.843 MW. Desde la madrugada, ya se habían reportado más de 1.400 MW de afectación, y para el mediodía se esperaba que esa cifra alcanzara los 1.350 MW.
Las causas del colapso son múltiples y se acumulan: varias termoeléctricas clave han salido de servicio por averías, otras se encuentran en mantenimiento programado, y la escasez de combustible impide operar a numerosas plantas de generación distribuida. La emblemática Central Termoeléctrica "Antonio Guiteras" en Matanzas, continúa fuera de sincronización pese a los esfuerzos técnicos por restablecerla. Su condición, lejos de mejorar, sigue siendo precaria. La falta de esta planta, que es el mayor bloque unitario del país, representa un golpe duro para la estabilidad del sistema eléctrico.
"La combinación de equipos fuera de servicio, falta de combustible y una infraestructura obsoleta ha dejado al país prácticamente a oscuras", agravando el sufrimiento ciudadano en un verano especialmente caluroso.
En La Habana, los cortes eléctricos se extienden por más de diez horas y la Empresa Eléctrica local ha publicado un cronograma con apagones rotativos para toda la jornada. En muchas otras provincias, los cortes superan las veinte horas diarias.
La indignación social crece al ritmo de la oscuridad.
En redes sociales, cubanos expresan su malestar, incluyendo voces habitualmente afines al oficialismo. El periodista José Miguel Solís denunció haber pasado veintidós horas sin electricidad, cuestionando la equidad en la distribución de los apagones. "Durante el Período Especial había programación, ahora hay anarquía", escribió, señalando que algunos circuitos gozan de más de diez horas de servicio continuo, mientras otros pasan días sin electricidad.
Los apagones están matando la vida cotidiana: se pierde comida, falta el agua potable y la población vive en condiciones de estrés extremo. La situación, lejos de resolverse a corto plazo, amenaza con empeorar, dado que las soluciones propuestas por el gobierno –como la reparación de plantas o la promesa de energías renovables– son insuficientes ante la magnitud del problema.
Mientras tanto, millones de cubanos enfrentan cada jornada con incertidumbre, sin luz, sin ventilación y sin respuestas claras.
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