Calle Obispo, La Habana – La ciudad amanece sumida en la oscuridad. Los apagones se han vuelto rutina y los vecinos caminan entre edificios que amenazan con ceder bajo su propio peso.
Las tuberías no funcionan, el agua potable es un lujo y muchas familias enfrentan el día con el estómago vacío. Sin embargo, en medio de esta crisis cotidiana, se prepara una celebración que parece ajena a la realidad: otro cumpleaños del Comandante en Polvo, conocido también como el Demonio de Birán.
La escena parece sacada de una postal surrealista: caballetes con dibujos elaborados por niños, juegos callejeros dispuestos con cuidado para la foto oficial y una puesta en escena que intenta transmitir la ilusión de que “Cuba Va”. Las sonrisas forzadas de los vecinos contrastan con la desesperación silenciosa de quienes saben que estas imágenes son solo un montaje, un intento de ocultar la miseria que golpea a diario la vida de los habaneros.
Mientras los organizadores y propagandistas se ocupan de la ceremonia, la realidad no espera. Los apagones intermitentes paralizan negocios, afectan la salud de los más vulnerables y dificultan la vida cotidiana. Las estructuras deterioradas siguen siendo un peligro latente y las familias luchan por conseguir lo más básico: alimentos, agua y seguridad.
Todo esto ocurre mientras se repiten los lemas oficiales y las consignas revolucionarias, que parecen cada vez más desconectadas de la vida real. La contradicción entre la propaganda y la realidad es evidente.
Por un lado, se busca mostrar una Cuba orgullosa y avanzada; por otro, la población vive la precariedad extrema. La pregunta que resuena en las calles de La Habana no es retórica: ¿hacia dónde va realmente Cuba? Los vecinos lo saben y sus miradas cansadas revelan que las celebraciones no cambian la urgencia de la necesidad diaria.
En un país donde la escasez y el abandono son parte de la rutina, las fotos oficiales y los discursos heroicos no alcanzan a cubrir la realidad. La calle Obispo se convierte así en un escenario contradictorio: entre caballetes y juegos, la ciudad recuerda que la propaganda puede pintar sonrisas, pero no llena estómagos ni asegura la vida.
La calle Obismo, símbolo de la cubanía y la histórica Habana, vacía de turistas y con la mentira sobre sus calles.
La verdadera Cuba sigue en las sombras de los apagones, preguntándose si algún día su camino será distinto.
¡Gracias por nada Fidel!
© LaTijera
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