Un reciente reportaje publicado bajo el título “Habitantes del polvo (II): La tierra que nunca fue prometida”, a cargo de los periodistas Humberto Fuentes Rodríguez y Guillermo Carmona Rodríguez, expone una realidad alarmante en Jagüey Grande, provincia de Matanzas: el Centro de Protección Social local, lejos de brindar asistencia, ha sido descrito como un “almacén de seres humanos olvidados”.
Ubicado en el antiguo edificio AG-37 —una vieja escuela al campo y exhospital del plan citrícola—, el centro acoge a decenas de personas en situación de abandono: ancianos solos, individuos con discapacidades físicas o mentales, y otros recogidos de la calle. Muchos de ellos permanecen allí más tiempo del legalmente establecido, sin atención médica, sin higiene adecuada y sin derechos claramente definidos.
Elioel Peña, administrador del centro desde la pandemia, admitió que no hay personal médico permanente, escasean los productos de aseo y la alimentación es deficiente. “Hay días que ni el plato fuerte aparece”, confesó.
El informe revela que los residentes viven en condiciones de precariedad extrema: colchones sin sábanas, techos agrietados que amenazan con derrumbarse, y un silencio generalizado que, según los autores del reportaje, “huele a olvido”.
Entre los internos se encuentran figuras como “El Máquina”, exintegrante de la preselección nacional de pelota vasca, quien padece trastornos psiquiátricos y lleva dos años a la espera de una solución habitacional que no llega. Otros, como Alexis, Lesme o Rolando Ezequiel, comparten habitaciones improvisadas y sobreviven en la rutina de un abandono institucionalizado.
Pese a las promesas, las soluciones no llegan. Según consta en el libro de incidencias del centro, una visita gubernamental en mayo fue la única presencia visible del Estado en mucho tiempo. Sin embargo, los funcionarios no intercambiaron palabras con los residentes ni ofrecieron respuestas concretas. “Pasaron como sombras por el pasillo”, narra el documento.
El contraste es evidente a solo unos kilómetros. En Cárdenas, otro centro similar funciona con personal médico, limpieza y coordinación entre instituciones. La diferencia, señalan fuentes independientes, radica en algo fundamental: la voluntad política.
Aunque se ha anunciado repetidamente la construcción de un nuevo centro en la ciudad de Matanzas, y pese a que ya se han aprobado fondos, el proyecto no aparece en el plan económico de 2025. “Todo es ilusionismo”, resume Rolando Ezequiel, uno de los internos.
Para muchos, el caso de Jagüey Grande evidencia la falta de una política seria y sostenible para la atención social. En palabras de los autores del reportaje, el lugar se ha convertido en un “purgatorio donde la vida se suspende entre el abandono, la suciedad y el silencio”.
Mientras tanto, el tiempo sigue corriendo para quienes no tienen otra opción. La construcción de un centro digno en Matanzas no es solo una promesa incumplida: es una deuda ética y legal que, por ahora, sigue siendo ignorada.
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