La violencia en el sistema educativo cubano volvió a ser noticia, esta vez en una Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE). El 17 de septiembre, un hecho alarmante sacudió al centro Mártires de Barbados, en el municipio Cotorro, La Habana, cuando un joven atleta de lucha libre de 7mo grado agredió con un arma blanca a una compañera de 11mo grado.
Según informó en redes sociales Roly Damaso, la víctima sufrió graves heridas en la cabeza, el oído y el hombro. Algunas fuentes señalaron que la agresión fue provocada por un supuesto robo de dinero, lo que desencadenó la violenta reacción del adolescente.
La joven luchadora fue trasladada de inmediato al hospital, donde recibió suturas en cuatro heridas. Tras la atención médica, fue dada de alta y enviada a su hogar. Sin embargo, el impacto del suceso generó pánico entre los estudiantes y preocupación en numerosos padres que acudieron al centro temiendo por la seguridad de sus hijos.
Autoridades provinciales de la Lucha y del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) se presentaron en la escuela para atender la situación. Como medida preventiva, se ordenó enviar a todo el equipo masculino de lucha libre a sus casas. Durante la investigación salió a la luz un dato inquietante: el equipo de lucha no contaba con entrenadores en ese momento, un vacío de supervisión que contribuyó a que la violencia escalara.
Este episodio refleja el deterioro social que permea también al ámbito educativo y deportivo en Cuba, donde la disciplina y el respeto deberían ser pilares de formación. No es un caso aislado. El 2 de septiembre, al inicio del curso escolar 2025-2026, un estudiante de la secundaria Wenceslao Rivero, en Las Tunas, agredió a un compañero con un lápiz, provocándole múltiples heridas en el rostro durante una discusión en un aula sin supervisión docente.
Aunque el director provincial de Educación, Eulicer Escalona, calificó los daños como “leves” y aseguró que se tomaron medidas disciplinarias, la comunidad escolar y usuarios en redes cuestionaron la versión oficial, señalando la falta de control y el peligro que implica la ausencia de maestros en momentos críticos.
Ambos incidentes dejan en evidencia un escenario preocupante: la violencia, que antes parecía limitada a otros ámbitos sociales, ahora se manifiesta con fuerza en las aulas y en centros deportivos, afectando directamente a jóvenes que deberían encontrar en esos espacios un entorno seguro y de formación.
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