Bárbara Semanat, funcionaria pública y actual jefa de Atención a la Población en la Dirección Municipal de Vivienda de Santiago de Cuba, ha sido señalada por numerosos ciudadanos que la acusan de corrupción, abuso de poder y extorsión sistemática.
Las denuncias apuntan a que esta señora ha tejido una red de cobros ilegales, exigiendo hasta 80 mil pesos a quienes necesitan resolver trámites relacionados con la vivienda, incluyendo la legalización de títulos de propiedad, el ascenso en el escalafón de prioridad o simplemente para avanzar gestiones básicas que, en teoría, deberían ser gratuitas o regidas por la ley.
Mientras muchas familias cubanas pasan años esperando una respuesta, Semanat ha sido vista en plataformas de compra y venta en redes sociales ofreciendo inmuebles, usando perfiles ocultos o restringidos para evitar ser descubierta. Todo indica que estas casas no son de su propiedad, sino que forman parte del mismo aparato de corrupción que ha montado dentro del sistema institucional.
Lo más alarmante es que esta funcionaria, a pesar de las numerosas quejas, sigue ocupando su cargo con total impunidad, amparada por el mismo sistema que ella defiende públicamente. Se presenta como fiel al Partido y al gobierno, pero lleva un estilo de vida que no se corresponde con el salario de una empleada estatal común.
Viajes, lujos y acceso a recursos que están muy por encima de lo que debería poder costear. La indignación ciudadana crece, no solo por los hechos en sí, sino por el silencio cómplice de las autoridades.
¿Hasta cuándo el Partido y el Poder Popular van a hacerse los ciegos ante la corrupción que carcome desde adentro al país? Mientras el pueblo lucha por sobrevivir y muchos viven con techos a punto de caerles encima, hay quienes convierten la necesidad en un negocio.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿Quién investiga esto? ¿Quién fiscaliza a quienes deben servir al pueblo? Y la más urgente de todas: ¿Cuántos Bárbaras más hay en Cuba haciendo lo mismo? Porque el caso de Bárbara Semanat no es aislado. Es el reflejo de un sistema donde la necesidad de la gente se ha vuelto el negocio de unos pocos. El pueblo exige respuestas. El pueblo exige justicia.
Fuente: La Tijera
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