Días sin agua. Calles inundadas con aguas albañales. Madres cocinando y lavando con agua sucia o simplemente sin una gota. Niños que no pueden bañarse, ancianos que se enferman y todo esto mientras las autoridades repiten excusas vacías.
En Cuba, esto no es una emergencia: ¡es la rutina diaria! Así se vive o más bien, así se sobrevive.
En lugares como Pogolotti en Marianao, ya van más de 11 días sin agua. ¡Once días! Y nadie explica nada. La directora municipal de Aguas de La Habana no tiene respuestas, solo evasivas y justificaciones absurdas.
El pueblo, agotado, solo recibe mentiras. Promesas de soluciones que nunca llegan, mientras las enfermedades se multiplican y el hedor de las aguas negras frente a las casas se vuelve parte del paisaje.
Pero lo más alarmante no es solo el colapso del sistema hidráulico ¡Es el colapso moral! La gente comenta en redes que "somos los seres más aguantones del planeta", que “nos hemos vuelto sumisos y cobardes”. Y no les falta razón.
Hemos normalizado lo inaceptable. Aplaudimos cuando nos llega el agua un par de horas, como si fuera un premio, no un derecho básico.
Mientras tanto, el mundo sigue mirando videos virales de animalitos rescatados y en Cuba no se puede ni rescatar la dignidad de un pueblo. El contraste es grotesco: una leona liberada de un alambre de púas tiene más visibilidad internacional que un barrio entero sin agua en pleno siglo XXI.
¿Hasta cuándo vamos a tolerar esta burla? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que funcionarios incompetentes jueguen con la salud y la vida de millones? El pueblo cubano merece más que excusas, merece soluciones. Y sobre todo, merece respeto.
Es hora de dejar de aguantar. Dejar de ser cómplices pasivos del abandono. Porque el agua es vida, y negarla —por ineficiencia o desinterés— es un crimen.
Fuente: La Kinkalla TV
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