El músico y opositor cubano Saúl Manuel criticó duramente en su perfil de Facebook la manera en que el gobierno distribuye agua potable a través de pipas en lugares como Águila y Monte, en el municipio de Centro Habana.
En su publicación, el artista señaló que mientras los cubanos acepten estas medidas como solución, continuarán recibiendo únicamente “migajas”. Según expresó, el envío de una pipa no responde a un acto de bondad, sino a la necesidad del gobierno de calmar tensiones sociales en medio de una crisis generalizada.
“Querían agua? Ahí les mandaron una Pipita, pa’ que se callen. Esa Pipa no es por bondad… Esa migaja es por el miedo tan grande que la dictadura le tiene al Pueblo en las calles”, escribió Saúl Manuel, en un mensaje que rápidamente generó reacciones en redes sociales.
El señalamiento ocurre en un contexto de malestar creciente en la población cubana.
La escasez de agua potable se suma a la falta de electricidad, alimentos y transporte, configurando un escenario que ha llevado a ciudadanos de varias provincias a protagonizar protestas y cacerolazos en los últimos meses.
La combinación de apagones prolongados, desabastecimiento y deterioro de los servicios básicos ha generado un sentimiento de desesperanza, frustración y rabia en amplios sectores de la sociedad.
El gobierno, por su parte, ha insistido en que las limitaciones se deben al embargo estadounidense y a la crisis internacional.
Sin embargo, muchos cubanos responsabilizan directamente a las autoridades por la mala gestión interna y por la incapacidad de garantizar condiciones mínimas de vida tras más de seis décadas en el poder.
El recurso de enviar pipas de agua a comunidades afectadas ha sido una práctica común en los últimos años, pero para gran parte de la ciudadanía es apenas un paliativo que no resuelve de raíz los problemas de infraestructura y suministro.
Las palabras de Saúl Manuel reflejan ese sentir generalizado: la percepción de que las soluciones que ofrece el Estado son temporales, insuficientes y, en muchos casos, motivadas más por el temor a la protesta popular que por un verdadero interés en resolver las necesidades de la población.
La falta de respuestas estructurales mantiene a miles de familias cubanas en un estado de precariedad constante, donde la vida cotidiana depende de improvisaciones y “migajas” que, según los críticos, solo prolongan la crisis.
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