La experiencia migratoria suele venir acompañada de una carga emocional donde los recuerdos más simples se convierten en poderosos detonantes de nostalgia. Para muchos cubanos, incluso productos cotidianos como el pan de la bodega —objeto de críticas por su calidad decreciente o su escasez— pueden adquirir un valor sentimental inesperado.
Así lo expresó recientemente el joven actor cubano Ernesto Codner, quien desde hace varios meses reside en España. A través de sus redes sociales, compartió una anécdota que reveló cuánto extraña ese pan tan característico de la cotidianidad cubana.
“Me levanto en la mañana, y mira esto, yo tenía que hacer esta historia. Caballero, ustedes no saben desde cuándo yo estoy buscando un pan aquí en España parecido al de la bodega”, relató Codner en sus historias de Instagram.
Para su sorpresa, encontró en una panadería española un pan que le evocó el sabor y la textura del cubano. No dudó en comprarlo y recordar cómo solía disfrutarlo: “Yo era fan de comerme el pan de la panadería así, sin nada: sin mayonesa, sin mantequilla, sin aceite, sin nada”, añadió entre risas y una evidente carga de añoranza.
Aunque admitió que el producto español estaba “un poquito mejor elaborado”, Codner no dejó de pensar en aquel “pancito de cinco centavos” que, como recordó, ya no cuesta eso en la Cuba actual. “Extraño, extraño ese pancito… ¿Cuánto cuesta el pan ahora?”, se preguntó, dejando ver su melancolía.
El video, compartido desde el perfil de La Familia Cubana, provocó reacciones diversas entre los usuarios de redes sociales, abriendo un debate tan emotivo como polarizado.
Por un lado, muchos se sintieron identificados con sus palabras, tanto desde el extranjero como desde la propia Cuba: “A mí me encanta el pan de Cuba. Nuestro vino es amargo pero es nuestro vino”, escribió un usuario. Otro comentó: “Yo también extraño todo: las tardes con los amigos, la familia, mi barrio, mi gente. Sí se extraña y no tiene que ver con política”. Desde la Isla, alguien agregó con tono crítico: “Más lo extrañamos los que estamos aquí en Cuba, que ya ni desayunamos porque no hay pan”.
Sin embargo, no faltaron quienes cuestionaron su comentario. Algunos interpretaron su reflexión como una idealización de la vida en Cuba e incluso lo invitaron, con ironía, a regresar: “Siempre puede regresar a comer su pan diario… digo, si aún lo dan”, dijo uno. Otro sentenció: “Yo de Cuba no extraño nada”, mientras que otro usuario lo instó: “Vete pa’ Cuba si lo extrañas tanto. Vete pa’ allá a defender lo que tanto extrañas”.
En definitiva, la sencilla confesión de Codner traspasó lo anecdótico y puso sobre la mesa el poder simbólico que pueden tener los recuerdos más cotidianos. El pan de la bodega, más allá de su calidad, ha quedado arraigado como parte de la memoria afectiva de muchos cubanos que, como él, viven lejos de su tierra.
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