El Banco Central de Cuba (BCC) se vio obligado este miércoles a emitir una nota oficial de alerta para desmentir una nueva información falsa que comenzó a circular con fuerza en redes sociales y cadenas de mensajería. El origen del bulo vuelve a ser el mismo: Ignacio Jiménez, un individuo que en los últimos meses se ha hecho habitual por difundir noticias falsas dirigidas a la población cubana, aprovechándose de la desesperación y la necesidad extrema en la que vive el país.
Según el comunicado del BCC, la campaña aseguraba que el gobierno de Estados Unidos realizaría una donación masiva de dinero en efectivo para los cubanos, e incluso instaba a las personas a acudir a bancos y sucursales para recibir esos supuestos fondos. La institución fue categórica: la información es completamente falsa y no existe ningún programa, operación financiera ni entrega de efectivo promovida ni por el Banco Central ni por autoridades estadounidenses.
No es la primera vez que Ignacio Jiménez lanza este tipo de engaños. Días atrás, ya había impulsado otra falsa campaña en la que aseguraba que hoteles en Cuba entregarían dólares a la población en forma de “donaciones”, una versión tan absurda como eficaz para generar expectativas en un país donde el dólar se ha convertido en un bien casi inalcanzable. Aquella mentira también tuvo que ser desmentida, esta vez por los medios oficiales del régimen cubano.
Que un simple individuo, sin cargo oficial ni respaldo institucional, consiga poner a desmentir al Banco Central de Cuba y a todo el aparato mediático estatal es un síntoma revelador. No habla de la credibilidad de Jiménez, sino de la fragilidad extrema del sistema cubano y del nivel de desesperación social que permite que semejantes falsedades prendan con tanta rapidez.
En un país donde los salarios no alcanzan para sobrevivir, donde el acceso a alimentos, medicinas y divisas es cada vez más limitado, la población se aferra a cualquier rumor que prometa alivio, por improbable que parezca. La difusión masiva de estos bulos no es casual: es el reflejo de una sociedad empujada al límite por el hambre, la escasez y la falta de horizontes.
El propio BCC reconoce que este tipo de engaños buscan crear confusión, alterar el orden público y aprovecharse de la necesidad de los ciudadanos, pero evita profundizar en la causa real del problema. La raíz no está en las redes sociales ni en un “indebido”, sino en un modelo económico colapsado que ha destruido la confianza y ha reducido a la población a vivir pendiente de rumores.
Mientras el régimen se limita a desmentir, la miseria cotidiana sigue intacta. Y mientras esa miseria persista, cualquier promesa de dólares, donaciones o ayudas milagrosas seguirá encontrando terreno fértil. El hecho de que tantos cubanos crean estos absurdos no es una anécdota: es una radiografía dolorosa del país real que el poder se empeña en ocultar.