En Matanzas no habrá carnavales este año. La noticia, confirmada oficialmente por el Gobierno Provincial, cayó como un balde de agua fría sobre una población que había alimentado esperanzas.
La gobernadora Marieta de la Caridad Poey Zamora dejó claro que no existen los aseguramientos materiales ni logísticos para organizar un evento de tal magnitud. "Cuando existan las condiciones que posibiliten la realización de tales fiestas, será informado oficial y oportunamente", señaló en un comunicado.
La decisión llega en medio de un contexto nacional marcado por la crisis económica, la falta de transporte, la escasez de alimentos y los apagones cada vez más prolongados.
Para muchos matanceros, el carnaval era un respiro, una pausa festiva frente a las dificultades cotidianas. Sin embargo, la realidad terminó imponiéndose sobre las comparsas y carrozas.
Mientras Matanzas cancela, otras provincias han tomado rumbos diferentes. Santiago de Cuba celebró su tradicional Rumbón Mayor en julio, aunque limitado por los apagones y con horario restringido hasta las diez de la noche.
En Camagüey también hubo fiestas, pero con un programa reducido, en espacios abiertos y bajo estrictas medidas. En Bayamo, la polémica estalló cuando se prohibió la venta de artículos como manzanas, gafas y ropa industrial durante los carnavales. La medida, criticada y ridiculizada en redes sociales, reflejó el absurdo de intentar controlar la alegría en medio del desabastecimiento.
El caso de Matanzas resalta por la franqueza con la que se admite la imposibilidad de sostener la celebración. No habrá improvisaciones, ni fiestas a medias, ni excusas. La gobernadora fue clara: no hay condiciones.
Ese reconocimiento público contrasta con la estrategia de otras provincias, donde se hacen esfuerzos por mantener las fiestas como símbolo de normalidad, aunque la población cuestione la pertinencia de gastar recursos en medio de un colapso económico generalizado.
Lo cierto es que la cancelación de los carnavales en Matanzas se convierte en un espejo de la situación del país. Una Cuba donde la tradición festiva, tan arraigada en su cultura, se ve desplazada por la urgencia de sobrevivir. Para la gente, queda el sabor amargo de perder una de las pocas oportunidades de encuentro colectivo y la sensación de que cada día hay menos motivos para celebrar.
Fuente: Gobierno Provincial Matanzas