El sueño de muchos jóvenes jamaicanos de convertirse en médicos en Cuba ha terminado chocando con una realidad que jamás imaginaron: vivir bajo las mismas penurias que soporta a diario el pueblo cubano.
Lo que para ellos comenzó como una oportunidad única de formación internacional, hoy se ha convertido en una dura prueba de resistencia frente a apagones interminables, escasez de agua, falta de productos básicos y una vida marcada por la precariedad.
En un reportaje reciente del Jamaica Observer, estudiantes como Kelsey Clarke y Dominique Whitely relataron lo difícil que ha sido adaptarse a un sistema donde el calor, los mosquitos y la falta de electricidad condicionan incluso las horas de estudio. Clarke, residente en la escuela de Girón, confesó que los apagones de hasta ocho horas diarias afectan gravemente su rendimiento.
“Necesito luz y ventilador para estudiar, pero el calor y los mosquitos hacen imposible concentrarse”, declaró.
Por su parte, Whitely, estudiante de sexto año en la Universidad de La Habana, describió su experiencia como “humillante”. Desde su llegada, ha tenido que improvisar con la escasez de productos de higiene tan básicos como pasta dental o agua potable.
“Si sobrevives en Cuba, puedes sobrevivir en cualquier parte”, aseguró.
Las dificultades se han agravado en los últimos meses, cuando el propio ministro de Energía, Vicente de la O Levy, reconoció ante la Asamblea Nacional que las promesas de apagones de “no más de cuatro horas” no se cumplirían.
Hoy, el déficit ronda los 1,700 MW, lo que en muchas provincias significa apagones de más de 12 horas.
El contraste es brutal. Mientras estudiantes extranjeros pagan alrededor de 90,000 dólares canadienses por seis años de carrera, una cifra mucho menor que en otros países, deben estudiar bajo la luz de una vela, cocinar con carbón o incluso dormir fuera de sus residencias para escapar del calor sofocante.
“Promesas rotas y millones ocultos” es la otra cara de la moneda. Investigaciones independientes han revelado que GAESA, el conglomerado empresarial militar que maneja más de 18,000 millones de dólares, desvía fondos hacia hoteles de lujo como la Torre K23 en La Habana, en lugar de invertir en soluciones energéticas que pondrían fin a esta pesadilla.
El Jamaica Observer concluye que la educación médica en Cuba es rigurosa, pero diez veces más difícil por las condiciones de vida. Lo que para los estudiantes jamaicanos es un reto temporal, para los cubanos se ha convertido en la única forma de vida: un país donde la luz se apaga cada día, junto con la esperanza de un futuro mejor.
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