La Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa S.A.), único proveedor del servicio en la isla, informó sobre nuevas labores de mantenimiento que tendrán lugar el próximo 23 de septiembre entre la medianoche y las seis de la mañana. Según el comunicado oficial, las acciones forman parte de un plan de “modernización tecnológica” que afectará tanto a la telefonía móvil como a la fija en varias provincias del país.
Los usuarios que poseen líneas móviles cuyos números inician por 505, 506, 507, 508, 53, 54 y 63 podrían experimentar interrupciones en sus servicios. También resultarán impactadas determinadas numeraciones fijas en Pinar del Río, La Habana, Ciego de Ávila, Granma y Santiago de Cuba.
Aunque Etecsa agradeció de antemano la “comprensión” de los clientes, este tipo de interrupciones se han vuelto una constante en la experiencia cotidiana de los cubanos. El monopolio de telecomunicaciones, lejos de garantizar estabilidad, arrastra una larga lista de problemas que afectan la calidad y confiabilidad del servicio.
Desde su creación, Etecsa ha operado sin competencia en el sector, lo que ha derivado en altos precios, baja calidad y ausencia de alternativas reales para los usuarios. Cada anuncio de “modernización” suele ir acompañado de cortes, interrupciones y quejas que ponen en evidencia la fragilidad de una infraestructura incapaz de sostener la creciente demanda.
Los cubanos pagan una de las tarifas de internet más altas de la región en proporción a los ingresos, y sin embargo enfrentan conexiones inestables, lentitud en la navegación y frecuentes fallas técnicas. Además, muchos servicios digitales, desde transferencias bancarias hasta el acceso a portales oficiales, dependen de una red que rara vez funciona con fluidez.
Si bien la empresa justifica estas interrupciones como parte de un proceso de actualización, lo cierto es que la inestabilidad se ha vuelto estructural. No se trata de cortes aislados, sino de una secuencia de fallas que abarcan desde apagones prolongados en las redes móviles hasta problemas recurrentes en la telefonía fija y los servicios de datos.
Al ser una compañía estatal sin competencia, Etecsa no enfrenta la presión de mejorar su gestión ni de responder con eficiencia a las quejas de sus clientes. Los usuarios, por su parte, no tienen más opción que resignarse a la falta de calidad y al discurso oficial de que todo se debe a procesos “técnicos” o “de modernización”.
En un contexto donde las telecomunicaciones son vitales para la vida diaria —desde la educación y el trabajo hasta la comunicación con familiares en el exterior—, el desempeño de Etecsa deja mucho que desear. La falta de competencia, las regulaciones estatales y la ausencia de un mercado abierto impiden que la población pueda acceder a un servicio digno y eficiente.
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