Lo ocurrido en la provincia de Las Tunas parece más un acto de humor negro que un gesto de reconocimiento deportivo. El equipo de béisbol Los Leñadores, orgullo de su afición y representante de una de las provincias más apasionadas por este deporte, recibió una “estimulación” oficial que ha dejado a muchos entre la risa y la indignación.
El Partido Comunista de Cuba, junto a otras organizaciones provinciales, decidió homenajear a los atletas con una serie de regalos tan desconectados de la realidad como reveladores de la crisis del país.
Entre los obsequios entregados se incluyeron un ventilador de pedestal y un saco de carbón. La ironía es evidente: el ventilador, símbolo de alivio en un país que sufre temperaturas altas casi todo el año, no sirve de nada cuando los apagones continúan siendo parte del día a día.
En cuanto al saco de carbón, más que un premio, pareciera un recordatorio crudo del retroceso energético que vive Cuba, donde muchas familias han tenido que volver a métodos primitivos para cocinar ante la falta de gas o electricidad.
La intención de los organizadores pudo haber sido reconocer el esfuerzo de los deportistas, pero el resultado final mostró la distancia abismal entre el discurso institucional y la realidad cotidiana. Los jugadores, que entrenan bajo condiciones difíciles; que viajan, compiten y sostienen con su desempeño la identidad deportiva de su provincia, merecen un homenaje digno de su entrega. Sin embargo, lo recibido evidencia el deterioro de un sistema que ya no logra ocultar su incapacidad para ofrecer algo más que parches simbólicos.
Las imágenes del acto, compartidas en redes sociales, provocaron una mezcla de incredulidad y vergüenza ajena entre los cubanos. Muchos interpretaron el gesto como una burla disfrazada de reconocimiento, un mensaje que habla más del colapso económico y de la desconexión institucional que de un verdadero estímulo.
En lugar de sentirse motivados, los atletas fueron convertidos en protagonistas involuntarios de un episodio que retrata la precariedad generalizada del país. Solo basta con verles los rostros. La escena, que podría pasar por sketch humorístico, se convierte en drama nacional cuando se comprende que no es un chiste, sino la muestra tangible de lo que queda del sistema deportivo y del país en general.
Más que un homenaje, fue un recordatorio de la profunda crisis que atraviesa Cuba. Y, para muchos, una humillación innecesaria hacia quienes todavía tratan de dar alegrías al pueblo.
Fuente: La Tijera
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