Más de un mes después del paso del huracán Melissa por el oriente cubano, una familia de San Luis, en Santiago de Cuba, continúa viviendo entre escombros sin recibir ningún tipo de apoyo estatal. La denuncia fue difundida por la página de Facebook La Tijera, que expuso la crítica situación de una madre soltera y sus tres hijos, obligados a sobrevivir en una vivienda seriamente dañada desde el impacto del fenómeno meteorológico.
Según el testimonio compartido en redes sociales, los menores se encuentran en una situación de especial vulnerabilidad. Uno de ellos es discapacitado, mientras los tres padecen asma crónica, condiciones que se han agravado debido a la humedad, el polvo, las filtraciones y la falta de un entorno mínimamente seguro. La familia no cuenta con un espacio adecuado donde dormir, y permanece prácticamente a la intemperie desde el paso del huracán.
La denuncia señala que ningún trabajador social ni funcionario gubernamental ha visitado a la familia, a pesar de que el desastre dejó parte de la vivienda destruida y provocó la pérdida de pertenencias esenciales. La familia ha tenido que enfrentar sola cada día de precariedad, sin colchones, sin materiales para reparar el hogar y sin apoyo institucional para proteger a los niños enfermos.
De acuerdo con el relato difundido por La Tijera, cuando los familiares acudieron al gobierno municipal de San Luis en busca de ayuda, la respuesta oficial fue que las asistencias estaban destinadas a “personas en peores condiciones”. La afirmación desató indignación entre los vecinos y usuarios en redes, quienes consideran absurda y ofensiva la idea de que una madre sola, con tres hijos asmáticos —uno de ellos discapacitado— viviendo entre ruinas, no califique como prioridad.
Este caso vuelve a poner en evidencia el profundo deterioro de los mecanismos de atención social en Cuba. A pesar de los constantes discursos oficiales sobre la “protección a los vulnerables”, los testimonios ciudadanos muestran un panorama muy distinto: familias abandonadas, niños enfermos sin respaldo, y comunidades enteras obligadas a resolver por sí mismas los estragos de fenómenos meteorológicos cada vez más devastadores.
En los últimos años, la crisis económica ha limitado de manera extrema la capacidad del gobierno para responder a emergencias. Sin embargo, la falta de recursos no explica por completo el abandono, pues numerosos reportes apuntan también a la ausencia de gestión, la burocracia y la desorganización institucional que impiden incluso las acciones más básicas de acompañamiento y evaluación.
Mientras tanto, la familia afectada continúa en espera. Sus denuncias siguen circulando en redes sociales, donde ciudadanos de diferentes provincias reclaman acciones urgentes y exigen que las autoridades locales den una respuesta coherente y humana. Pero hasta ahora no ha habido visita oficial, ni promesa de ayuda, ni una solución concreta para garantizar la seguridad de los tres menores afectados.
En un país donde cada día crece la desigualdad y la capacidad estatal para asistir a los más frágiles se ve cada vez más limitada, historias como esta revelan la verdadera magnitud del abandono institucional. La madre y sus hijos siguen esperando, entre paredes colapsadas y techos inestables, una ayuda que parece no llegar.
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