El aumento de los actos delictivos en Cuba vuelve a poner en evidencia la creciente preocupación de los ciudadanos por su seguridad. Recientemente, en la carretera a La Coloma, Pinar del Río, fueron detenidos Dayán, conocido como “Tito”, y Javier, alias “Camaleón”, presuntamente responsables de amenazar a un ciudadano y robarle dinero en efectivo y un triciclo, el cual dejaron abandonado tras extraerle la batería, según información que aparece en el perfil oficialista cercano a la policía De Pinar Soy.
Si bien los bienes fueron recuperados, el incidente refleja un patrón cada vez más frecuente: la presencia de individuos que recurren a la violencia y el robo en zonas rurales y semiurbanas. La acción de estos presuntos delincuentes evidencia que la delincuencia no se limita a las grandes ciudades, sino que ha alcanzado áreas tradicionalmente consideradas más tranquilas, generando alarma entre los vecinos.
En los últimos años, Cuba ha experimentado un incremento sostenido de delitos como robos, hurtos y asaltos a ciudadanos. Las causas son múltiples: la crisis económica, la escasez de recursos básicos, la falta de oportunidades laborales y la desmotivación de jóvenes que recurren a la delincuencia como vía de supervivencia o de ganancias rápidas.
Este tipo de hechos también pone de relieve la impotencia que sienten muchos ciudadanos frente a la posibilidad de proteger sus bienes. La sensación de vulnerabilidad se incrementa cuando los robos se cometen en espacios públicos o en las inmediaciones de los hogares, afectando la percepción de tranquilidad y convivencia en las comunidades.
Si bien las autoridades logran intervenir en este casos, esta acción suele ser reactiva y no resuelve el problema de fondo. La falta de políticas integrales de prevención, combinada con las condiciones económicas y sociales, contribuye a que delitos menores se multipliquen y que nuevos actores se sumen a estas prácticas delictivas.
El robo de Dayán y Javier también evidencia un fenómeno recurrente: los presuntos delincuentes operan con rapidez y buscan obtener ganancias inmediatas, sin importar las consecuencias para las víctimas. Este modus operandi se ha generalizado y es una muestra de la creciente sofisticación y audacia de los pequeños grupos delictivos en Cuba, quienes aprovechan la dispersión territorial y la limitada capacidad de vigilancia en ciertas zonas.
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