La República de Belarús entregó a Cuba un nuevo donativo de medicamentos y alimentos destinados a hospitales y pacientes vulnerables. La ayuda, valorada en más de 238.000 dólares, incluye citostáticos, ansiolíticos, inmunoestimulantes, antihipertensivos, complejos vitamínicos, así como leche en polvo y carne enlatada que serán distribuidos en 28 hospitales de La Habana, principalmente pediátricos y oncológicos.
El doctor Wilfredo Roque García, director del Instituto de Hematología e Inmunología, calificó el envío como “un gesto noble que honra los lazos históricos entre ambos pueblos”. El embajador bielorruso en la isla, Vitaly Petrovich Borchuk, también destacó la cooperación bilateral y recordó que Cuba recibió en el pasado a víctimas del desastre de Chernóbil.
Sin embargo, detrás del discurso oficialista que presenta estas donaciones como muestra de solidaridad internacional, se esconde una verdad inocultable: Cuba vive de la caridad exterior porque el régimen es incapaz de producir lo necesario para alimentar, curar y sostener a su propio pueblo.
La isla, que alguna vez fue próspera en producción agrícola y exportaciones, hoy enfrenta una crisis estructural que se ha prolongado durante décadas. La falta de libertades económicas, la centralización estatal y la corrupción del aparato burocrático han destruido la capacidad productiva.
En lugar de garantizar el suministro estable de alimentos y medicamentos, el régimen celebra cada caja de medicinas o lata de carne enviada desde el extranjero como un triunfo político, mientras millones de cubanos hacen colas interminables y luchan a diario contra el hambre y la miseria.
El caso de los alimentos donados a hospitales pediátricos es especialmente revelador: un país que fue productor de azúcar, cítricos, café y carne, hoy no puede ni siquiera asegurar leche para los niños enfermos. La malnutrición infantil, los altos índices de anemia y el desabastecimiento de fármacos son parte de la vida cotidiana en Cuba.
Mientras el régimen insiste en culpar al embargo estadounidense de todos los males, los propios datos oficiales demuestran que el país mantiene comercio con decenas de naciones y que incluso Estados Unidos es uno de sus principales proveedores de pollo. El verdadero bloqueo es interno: una economía cerrada, controlada por empresas militares y carente de incentivos para la productividad.
El valor del donativo de Belarús —238.000 dólares— equivale a una mínima fracción de lo que Cuba podría generar si se liberara la iniciativa privada y se desmontaran las trabas que asfixian la producción nacional. Pero en lugar de abrir espacios a la sociedad civil y permitir a los cubanos crear riqueza, la dictadura se aferra a un sistema que solo garantiza su permanencia en el poder, aunque el costo sea la pobreza estructural del país.
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