Cada 19 de agosto se celebra el Día Mundial de la Fotografía en homenaje al daguerrotipo, invento francés de 1839 que dio origen a una revolución visual aún vigente. En Cuba, la fecha tiene un significado especial: la cámara no solo ha registrado el devenir histórico, político y cultural de la Isla, sino que ha creado una memoria visual que trasciende generaciones y fronteras.
La fotografía llegó a La Habana apenas un año después de su invención. En 1840 ya se realizaban retratos con daguerrotipo, convirtiendo a la capital en uno de los primeros centros de la región en adoptar la técnica. Durante la segunda mitad del siglo XIX proliferaron los estudios fotográficos, donde se retrataba tanto a la élite como a la vida cotidiana y los procesos sociales de la entonces colonia española.
En la República, la fotografía se consolidó como arte y oficio. Figuras como Joaquín Blez, con su refinado trabajo de estudio, y Felipe A. Castañeda, pionero en la experimentación estética, abrieron caminos que marcaron generaciones. Las cámaras capturaron la vitalidad urbana de los años 20 y 30, el auge cultural y los contrastes sociales que definieron la Cuba de la primera mitad del siglo XX.
Tras el triunfo de la Revolución en 1959, la fotografía adquirió un papel protagónico en la construcción simbólica del nuevo proyecto nacional. El retrato del Che Guevara realizado por Alberto Korda en 1960 trascendió como ícono mundial, mientras Raúl Corrales inmortalizó escenas populares de campesinos, pescadores y milicianos. Osvaldo y Roberto Salas, cercanos a Fidel Castro, documentaron desde la entrada de la Caravana de la Libertad hasta los viajes internacionales del líder cubano. La fotografía de prensa cobró identidad propia a través de medios como Revolución, Granma y Bohemia, que convirtieron al fotoperiodismo en un pilar narrativo de la política.
Las últimas décadas estuvieron atravesadas por la escasez de recursos: la falta de cámaras, películas y químicos obligó a muchos fotógrafos a reinventarse, dando lugar a una estética de la precariedad donde la creatividad suplió la carencia. Con la llegada de la era digital y, más tarde, de los teléfonos móviles, la fotografía se democratizó, desplazando en parte el monopolio del fotoperiodismo oficial y dando voz a una diversidad de miradas ciudadanas.
Momentos clave de la historia reciente —la visita de Juan Pablo II en 1998, el arribo de Barack Obama en 2016 o la muerte de Fidel Castro ese mismo año— quedaron registrados tanto por lentes profesionales como por ciudadanos, multiplicando las formas de documentar la realidad.
Hoy, la fotografía cubana convive entre tradición y contemporaneidad. Mientras algunos fotógrafos exploran lo conceptual y lo experimental, abordando temas de identidad, cuerpo y sociedad, otros jóvenes autodidactas encuentran en las redes sociales su galería global.
A pesar de las limitaciones tecnológicas y económicas, la fotografía cubana mantiene su vitalidad, reconocida en festivales y exposiciones internacionales. En cada imagen, desde los daguerrotipos decimonónicos hasta las instantáneas compartidas en Instagram, se dibuja un relato común: la historia de una nación contada a través del lente.
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